Los símbolos han sido difíciles de definir en todas las culturas, aún conociendo sus cuantías religiosas, sociales y pedagógicas con sus propios antivalores.
Esto ha venido a mano ante la polvareda levantada durante la toma de posesión en Bogotá del nuevo presidente de Colombia, Gustavo Petro, en la que rey Felipe VI permaneció sentado en el instante en que la espada del Libertador Simón Bolívar, cruzaba la tarima oficial.
En esa puesta en escena en la cual la izquierda colombiana asume el poder, la bolivariana espada representa un distintivo de enorme fuerza emotiva en la izquierda latinoamericana.
El 2 de febrero de 2009, en el Panteón Nacional de Caracas, Hugo Chávez llevó en sus manos una espada de Libertador - ¿la auténtica? - y expresó “que los hierros y aceros de las filosas se conviertan en acero para los arados y alimento de vida”.
Expresaba Julio Caro Baroja que se podían encontrar grandes semejanzas entre la hechicera antigua y el político moderno, al atribuírseles facultades muy superiores a las que en realidad tienen.
No sabíamos nada o muy poco, de esa hoja cortante y menos que estuviera en poder del nuevo jefe de Estado de Colombia. Esto merece una explicación:
Esa filosa representaba un símbolo para la mesnada del M-19, y un valor moral para el nuevo presidente colombiano, a cuyo grupo político perteneció en su juventud.
Convertida en un atributo por el “Movimiento 19 de Abril” en 1974, el grupo la conservó más de 10 años escondida y, tras su desmovilización, es reintegrada al gobierno colombiano y depositada en el Palacio Nariño, sede del ejecutivo.
Al final del presente ciclo político colombiano con la toma del poder de las organizaciones de izquierda a razón de las urnas, viene la hoy comentada actitud del rey Felipe VI en Bogotá, al no levantarse de su asiento al paso de la glorificada empuñadura en la juramentación de Gustavo Petro.
Esa actitud puede catalogarse - y eso intuimos - en que el monarca tuvo una certeza: la hoja era un valor para una formación guerrillera y no la representación de toda una nación.
En esta puerta en escena, la izquierda española – Podemos y consorcio - asumió una postura cicatera y denigrante ante una actitud simplemente de protocolaria sin fundamento.
La presencia de la espada no constaba en el protocolo oficial. El presidente de Argentina, Alberto Fernández, tampoco se puso en pie.
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