La potencialidad del ser humano

Partiendo de los dibujos en la cueva de Altamira al "El arte de la guerra" del maestro Sun Tzu, hasta llegar a la revolución del lenguaje y el sentido de la literatura tal como hoy la conocemos, parece haber pasado una eternidad, pero solamente el tiempo necesario para ir de la quijada de asno a desmembrar el átomo, y ahora, gracias al telescopio especial James Webb  lazado por la NASA, ver la primeras imágenes en color y de alta resolución del muestran al universo como nunca antes lo habías visto. 

En “El desfile de la vida”, John Hodgdon Bradley, un paleontólogo con alma de poeta, nos toma de la mano como si fuéramos niños indefensos, y nos lleva por los infinitos senderos de los evos de la vida. 

 Al comienzo de la lectura se nos recuerda que debemos prepararnos en conciencia y con el espíritu abierto, pues vamos a realizar un viaje, acompañados de un nuevo Dante, por un pasado medido por millones de años hacia los mares de las rocas y los fósiles, para escucharlos hablar en un lenguaje conmovedor, pues es el eco del renacer humano.

 Estamos asustados. Hicimos poesía, música, prosa excelsa, alabamos al Creador, levantamos cohetes a la oscuridad del espacio y clonamos seres vivos; glorificamos las Pirámides, el Partenón y el Faro de Alejandría; moldeamos en mármol” la Venus de Milo” y, en un toque de inspiración sublime, nació   el “El Paraíso perdido”, los poemas de Petrarca, “Hojas de hierba” y la partitura de “El himno a la alegría". 

 Y aunque aún no hemos aprendido del todo a formar una humanidad donde imperase el respeto supremo a la existencia, no cabe duda: tenemos la certeza que eso habrá de llegar. 

La inteligencia es un fuego fatuo que se escapa de las barreras de la definición.  Y ahí entra George Steiner al reconocer que ciertos problemas son más grandes que nuestros cerebros, “y solamente los libros y los diálogos humanos, son piezas claves para comprender de ida y vuelta el ámbito del pensamiento humanístico”. 

Aún, ante todo – o quizás debido a ello - seguimoscreyendo en la potencialidad del humanismo. Su permanente lucha, ese pretérito enfrentamiento contra los elementos y los quebrantamientos del espíritu, recordándonos persistentemente que una nación no la hacen los políticos de ocasión, sino su propia gente con abierta nobleza. 

Hay una creencia aún vigente: Un día despertaremos de tanta negrura moral, abusos y desprecio hacia la mayoría de nuestros semejantes, y será el verdadero despertar de nuestra abundante génesis humana. 

 No lo ha dicho la mujer inspirada: “Esto que tengo de arcilla y esto que tengo de Dios”, en un libro de Francisca Viver Giménez. 

 

rnaranco@hotmail.com 



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