Envejecer es nuestro destino. La senectud, en su mayor parte, procede de tóxicos producidos en las moléculas del oxígeno. Paradójico.
El oxígeno es ineludible para la existencia del planeta, y a su vez, un activo que daña las células. A medida que los años avanzan, esos efectos se van debilitando, y las celdillas se degeneran y sucumben.
El fallecimiento es enigmático. La supervivencia, si nos acogemos al concepto de Schopenhauer, “es una perturbación inútil de la calma del no ser.” Anatole France señaló algo distinto: “La vida resulta deliciosa, horrible, encantadora, espantosa, dulce, amarga; y para nosotros lo es todo.”
La muerte es el fenómeno más insubstancial, tiene una tirada de 100.000 ejemplares por día. Y, sin embargo, el enigma que comporta, no está resuelto por las estadísticas debido a un hecho concluyente: mi propio fallecimiento es único. Axiomático. La Parca es singular y personal como nuestra vida misma.
El camino hacia el más allá es lo que nos empuja hacia la quimera de la inmortalidad, esperando convertirnos en “Judío Errante”, el ser que jamás agonizaría. Los faraones del bajo y alto Egipto lo intentaron, y otras civilizaciones lo mismo. El experimento Frankenstein no es otra idea que vivir por encima del tiempo.
A pesar de lo que creemos saber sobre la Parca, existe una gran incultura sobre ella. Cada uno de nosotros trata de resolver ese “santiamén” de la mejor manera posible. “Siempre morimos solos” señalaba Pascal. Debido a esa verdad, emerge el sentido de la perpetuidad, que es una forma de seguir existiendo, y al no conseguirlo, nos refugiamos en las religiones, que ofrecen una presencia más allá de la muerte.
En cierto momento, un experimento en laboratorios sobre la “mosca de la fruta”, a la que se alargó un poco de longevidad, surgió la esperanza de que el ser humano perduraría cada vez más.
Por los momentos son sueños de Morfeo, y aunque la medicina actual nos ayuda a extender nuestra presencia en buenas condiciones físicas, la guadaña siempre nos espera.
Años atrás, la expectativa de vida rozaba los sesenta años, hoy se halla en los 75 y más. Observando ese camino, la existencia se prolongará hasta los 100 años y, con ella, los gozos y sinsabores a partes iguales.
Invariablemente habrá dificultades; no obstante, la vida será siempre una hermosa aventura o no será nada.
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