Es incuestionable que durante los últimos años la sequía y el deshielo de los glaciares, dejarán sin agua dulce a más de 1.100 millones de personas, mientras en otras zonas se sufrirán fuertes trombas de lluvia e inundaciones. Y lo más catastrófico: entre el 20 y el 30% de las especies animales y vegetales del planeta se extinguirá irremediablemente si el calentamiento prosigue al ritmo actual y, angustiosamente, esa dramática situación ya se está cumpliendo.
A recuento de ese cambio atmosférico que ya se observa en las costas mediterráneas en las que nosotros vivimos, y al ver tanta destrucción, nos viene el recuerdo de las civilizaciones que navegaron a orillas de sus costaneras con naves atiborradas de cántaros de miel, almendras, dátiles, vino macerado, higos, agua de limón, incienso, olivas en salmuera… e igualmente filosofía, leyendas y versos, sin olvidar que esclavos y esclavas escucharon - en un lugar llamado Ítaca, y en la voz de un poeta-rapsoda de nombre Constantino Kavafis - que a los abandonados del planeta en busca de una tabla de salvación… “les llegará agua fresca en los huertos, sombra bajo los olivos y miasmas suaves entre las jaras, el tomillo y el romero con flores de diversos colores”.
Al narrador de estas palabras le es fácil trazar atrevimientos ardorosos cuando escribe. Tal vez sea el destino al ir de un viento a otro, de un camino a una sementera, aunque actualmente, con una edad menos fogosa que antaño, cuando del geniecillo retozón y lanzador de dardos amorosos se trata, nos sustentamos sobre lo que han dicho algunos de los poetas de esa esencia sempiterna, entre ellos Miguel de Unamuno - el hombre más solitario entre el centeno y los trigales - al despecho de haberse obligado a coexistir entre dos Españas. Una más desgarrada que la otra:
¡Ay, triste España de Caín, la roja de sangre hermana y por la bilis gualda, muerdes porque no comes, y en la espalda llevas carga de siglos de congoja!
En el espacio vivencial tal vez algo positivo:
En el instante mismo en que todo desaparezca, y el cielo se vuelva arisco a consecuencia de los daños que permanente le hacemos a nuestra Tierra, en algún lugar del espacio existirán partículas recubiertas de la esencia primogénita con la que el Creador hizo el mundo: motas de ternura que envueltas en gotas de agua, bañarán nuevamente el planeta azul de todas las esperanzas, y así, poder ayudarnos a revivir de nuevo.