Al hablar de política partidista observando la trifulca atolondrada entre Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado en el Partido Popular, nos viene a la remembranza la algarabía, en los finales de 2016, de los socialistas y su Secretario General PedroSánchez.
Y hay más. Lo que los medios señalan ahora – cada uno asienta sus propios intereses, que son diversos- está integro, con sus puntos y comas, en la politiquería de ahora mismo.
En aquel lejano noviembre, la rebeldía de Pedro Sánchez le impidió hacer una autocrítica ante la debacle que sufrió en las elecciones autonómicas en Galicia y el País Vasco. A ello se unió un nulo discernimiento del valor del diálogo, con la consecuencia de que el PSOE se dividiera esos días entre “clementes” y “protervos”, dependiendo quien estaba a favor de sus propias prepotencias o no.
Ahora mismo, ¿hay algo diferente a lo que acontece en el PP? Nadita de nada.
Pedro el fachendoso, con aquella fuerza de los vientos que lanzaba Don Juan Tenorio, antes de tomar a doña Inés – recordemos era noviembre - , llegó a conseguir, con nulo discernimiento, la dimisión de 17 miembros de su ejecutiva, mientras se negaba a dejar su cargo de secretario general, encandilado – contra viento, huracanes y ambición desmedida - por la tranquera del palacete de La Moncloa.
En ese entonces, idénticamente que ahora mismo, la opinión editorial de los principales informativos en papal y digitales de la nación era unánime: “la única escapatoria que tiene el secretario general del PSOE es su renuncia al cargo”.
Tan tensa estaba la situación, que el propio Felipe González, que aupó al secretario con ahínco, le demanda entonces públicamente que asumiera responsabilidades y dimitiera.
En esa debacle entre el de ayer y el hoy, la política partidista es una caja de embutidos descompuestos donde la corrupción es la madre superiora que los reparte.
Quizás, nunca mejor dicho, sería oportuno leer hoy “La pasión y el poder”, ese ardor humano puntualizado por José Antonio de Marina, con una sapiencia admirable.
El autor, y nosotros, una gotita en la mar, nos interrogamos: ¿Por qué se desea tanto el poder? ¿Cómo se consigue? ¿Cómo se mantiene? ¿Cómo se pierde? ¡A quien lo supiera a cabalidad se le podría llamar un semidios inconmensurable!
El filósofo Alain expresaba, que no hay belleza comparable en el mundo a la de un político alevoso derrumbándose a tierra. Pedro Sánchez besó el suelo, no obstante, con los mismos ardides, aunque de forma diversa, y entre peregrinos sustentáculos – su dádiva y coraje - asumió el poder por los pelos. Y ahí sigue.