“Si un mexicano odia lo español, se está odiando a sí mismo. Es una actitud autodestructiva”. Miguel León-Portilla.
Con todo respeto, estimado Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, respeto por usted y por su pueblo, ¿quién es ahora el auténtico enemigo de México? Es, sin la menor de las dudas, Estados Unidos. No es bueno para las gentes mexicanas la más mínima confusión sobre quién es el verdadero enemigo de su país.
Las actuales fronteras de Estados Unidos se ampliaron a través del exterminio, la invasión y el robo, con la matanza planificada de las tribus indias -para extender el campo de acción del capitalismo hacia el Oeste-; y con la invasión de México, para robarle más de la mitad de su territorio. Entre 1846 y 1848, EEUU no solo invadió y ocupó México, sino que se anexionó la mitad de su territorio. Los actuales Estados estadounidenses Texas, California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah, Colorado y Wyoming eran territorio mexicano.
El imperio español hace siglos que no existe, mientras que el imperio estadounidense es una realidad que hoy siguen sufriendo todos los pueblos hispanos, entre ellos, y de forma especialmente virulenta, el mexicano. La historia no es una simple mirada muerta hacia el pasado. Es una manera de comprender un presente muy vivo.
México es el país americano con mayor población indígena, con 25 millones de personas, un 19,4% de la población. En EEUU, los pueblos originarios solo representan un 1,3% del total. En México, un 70% de la población es mestiza, en EEUU solo el 2,3%. Este hecho define al mundo hispano frente al anglosajón. Somos mestizos, en todos los terrenos. Y este es un punto de encuentro entre lo indígena y lo hispano.
Seremos los pueblos y países del mundo hispano quienes ajustemos cuentas con los hechos sucedidos entre 1492 y 1823. Pero la “memoria histórica” que nos interesa rescatar es otra: la de dos siglos de intervención, agresión y expolio estadounidense, en Iberoamérica y en España. Justo aquella memoria que Washington -el enemigo común al que hoy nos enfrentamos, en Madrid y en México- está empeñado en ocultar.
Dos siglos de intervención estadounidense sobre el mundo hispano
“Desposeer, asimilar y modelar”. ¿Puede encontrarse una expresión más exacta del programa que el hegemonismo yanqui trata hoy de imponer para “anglosajonizar”, someter a su dominio, a todo el planeta?
La intervención y expansión del imperialismo yanqui ha tenido un mismo hilo conductor: imponer su dominio político, convirtiendo países formalmente independientes en colonias de hecho, y preservar y desarrollar los intereses de explotación de las grandes multinacionales estadounidenses. Y siempre se han enfrentado a un mismo problema: la imposibilidad de eliminar la lucha de los países y pueblos del mundo hispano por su independencia.
El informe Kissinger acusaba a la herencia cultural española de la desigualdad social que existía en la región. En 1984, año en que se elaboró el “Informe Kissinger”, el presidente norteamericano era Ronald Reagan. Bajo la dirección de Washington se ejecutó un sanguinario genocidio en Guatemala, causando más de 200.000 asesinatos, la CIA impulsó acciones terroristas en Nicaragua contra el gobierno sandinista -siendo condenado por ello en la Corte Penal Internacional- y EEUU armó al ejército y a grupos paramilitares para imponer el terror en El Salvador.
Pero para el “Informe Kissinger” la raíz de los conflictos en Centroamérica estaba ¡en la colonización española! Es como si el mayor asesino múltiple del presente nos alentara a perseguir barbaridades ejecutadas por personas ya fallecidas con el objetivo de mantener su impunidad para cometer más crímenes.
Tanto hispanos como indígenas somos mestizos
Conviene releer las opiniones de Miguel León-Portilla -uno de los grandes sabios mexicanos- cuyos trabajos monumentales han estado dedicados al estudio de las sociedades precolombinas mexicanas. No puede entenderse el México actual, ni ninguno de los países que forman el mundo hispano, renunciando o despreciando su pasado anterior a la conquista, que es también su presente. Pero tampoco dando la espalda a su carácter hispano.
Como bien expresa León-Portilla: “la cultura azteca y, más ampliamente, la de todos los pueblos que a través de milenios se asentaron en el territorio de lo que hoy es México, constituyen antecedentes muy estimables, más aún, admirables, que han dejado una impronta en el ser de los modernos mexicanos. Pero a la vez que en éstos existen también numerosos rasgos y elementos de origen hispánico. (…) el México de hoy es resultado de fusiones étnicas principalmente entre indígenas y españoles y, en menor grado, con otras gentes de origen también europeo, africano y asiático”.
“Podríamos hacer un mapa melódico de España y notaríamos en él una fusión entre las regiones, un cambio de sangres y jugos que veríamos alternar en las sístoles y diástoles de las estaciones del año. Veríamos claro el esqueleto de aire irrompible que une las regiones de la Península, esqueleto en vilo sobre la lluvia, con sensibilidad descubierta de molusco, para recoger en un centro a la menor invasión de otro mundo, y volver a manar fuera de peligro, la viejísima y compleja sustancia de España”. Federico García Lorca.
Eduardo Madroñal Pedraza