Se me hizo difícil asimilar que a esta edad ya de retirada, comprendería la belleza que posee el deporte del balompié.
En mis primeros años en la redacción de un periódico de provincia garrapateé acerca de ese deporte. Hacía la crónica tras ver meramente los diez minutos finales del encuentro. Nunca tuve problemas de conciencia a la hora de hacer la reseña.
Durante unos 30 años viviendo en Venezuela y trabajando en diarios y revistas, el béisbol era el juego imperante. Tampoco esa práctica me llevó a ver, aunque fuera una vez, un encuentro, lo que es una demostración de que el deporte y mi persona estaban alejados.
Actualmente reposo en la ciudad de Valencia, urbe mediterránea de la que partí hacia Isla Margarita en el Caribe venezolano. De allí a Caracas bregando en medios de comunicación.
Asumo un ritmo de vida sin apuros la cual cubre mi tiempo de manera agradable.
De esa Valencia que he pateado diariamente en el periódico “La Provincias”, haciendo información de barrios y cuyas urbanizaciones terminé conociendo ampliamente, al presente, una vez regresado a ella, apenas nos movemos en un espacio de poco más de tres kilómetros.
Eso es todo mi sostén en la urbe de Ausiàs March, Joan Fuster, Vicente Blasco Ibañez, Joaquín Sorolla y quien fuera nuestro entrañable amigo, el poeta Vicent Andrés i Estellés.
Cada tarde acudo a dos locales a tomar té verde marroquí, cuyas hojas llevo comigo traídas de mis viajes a Rabat.
Ya de regreso sobre el Puente de Madera que cruza los hermosos jardines del antiguo cauce del río Turia, hoy convertido en un vergel urbano, hay dos campos de futbol en donde se celebran partidos.
Poco he tardado en verlos con algo de atención, y al hacerlo, comenzó en nosotros una sensación de sorpresa, ritmo, fuerza, vivacidad y sorprendentes lances, ganando mi interés, al ser la armonía con el balón de cuero una perfección que nunca había evaluado.
Al presente, cada tarde, paso unos minuto de asombroso placer mientras voy asimilando algunas palabras: off- side (fuera de juego); portero, también arquero, córner, contraataque y otros tecnicismos que no tenia asimilados
He ido aprendiendo que el mero hecho de existir es jugar. Jorge Luis Borges - escribía en castellano pero pensaba en inglés - al fútbol lo llamaba “football”, pues creía expresar con esa palabra, si la decía arrancándola de su propia raíz, hasta el mismo movimiento del balón en el aire.
Es reconfortante decir ahora que el fútbol y yo nos hemos hermanado en la complacencia. Nunca es tarde.
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