De formas muy variadas, se ha hecho referencia al “Año en que vivimos en peligro” para describir la crisis financiera mundial, las respuestas de política económica ante la crisis y sus repercusiones.
Pero ya hemos pasado mucho más de un año y el sistema financiero sigue coqueteando con el peligro. Hasta ahora, la estabilidad financiera duradera ha resultado esquiva.
Puede que los riesgos para la estabilidad financiera se hayan atenuado, lo que obedece a las mejoras de las perspectivas económicas y la continuidad de las políticas acomodaticias. Pero estas políticas de apoyo, aunque necesarias para volver a poner en marcha a la economía, también han encubierto serias vulnerabilidades financieras subyacentes que deben abordarse lo antes posible.
• Muchas economías avanzadas están “viviendo en peligro” ya que el legado de las pesadas cargas de la deuda está afectando a la actividad económica y los balances, y mantienen elevados los riesgos para la estabilidad financiera.
• Al mismo tiempo, muchos países de mercados emergentes están expuestos a un recalentamiento y a la intensificación de los desequilibrios financieros, en el marco de un rápido crecimiento del crédito, un aumento del precio de los activos y a cuantiosas y volátiles entradas de capital.
Esta es la hoja de ruta que sugerimos a los responsables de la política económica para afrontar estas vulnerabilidades y riesgos y lograr una estabilidad financiera duradera.
Prestar atención a las señales de alerta
La estabilidad financiera peligra debido a los retos planteados en cuatro esferas fundamentales.
La confianza en el sistema bancario no se ha restablecido plenamente, casi cuatro años después del inicio de la crisis financiera mundial. Los avances obtenidos en la consolidación de las posiciones de capital y la reducción del apalancamiento han sido desiguales. Existe considerable incertidumbre sobre la calidad de algunos activos bancarios, particularmente por lo que se refiere a la exposición a los títulos soberanos de mayor riesgo y a la propiedad inmobiliaria de algunos países. Además, el sistema aún arrastra una cola débil de bancos subcapitalizados. Hemos analizado la muestra de bancos utilizada por las autoridades europeas en sus pruebas de resistencia del año pasado. Este panorama de los datos de fines de 2010 reveló que el 30% de estos bancos, que representan un quinto de sus activos totales, tiene coeficientes de capital básico de nivel 1 inferiores al 8%. Esta circunstancia limita su capacidad de resistir a los shocks y de asegurarse financiación a un costo razonable.
Para resolver estos problemas, es preciso aplicar políticas de gran alcance dirigidas a aumentar la transparencia de los bancos, elevar las reservas de capital y reestructurar y resolver los bancos en situación precaria. Las próximas pruebas de resistencia de la Autoridad Bancaria Europea ofrecerán una oportunidad importante para evaluar la robustez del sistema bancario de la UE. Pero las pruebas deben ser creíbles y rigurosas e integrar una estrategia más amplia de gestión de crisis que incluya una red de protección ante la insuficiencia de capital.
Los balances soberanos de varias economías avanzadas siguen bajo presión. Ciertos países de la zona del euro corren especial peligro ya que la inquietud del mercado respecto a la sostenibilidad de la deuda pública ha provocado un marcado aumento de los costos de la financiación y limitado la oferta de crédito, lo que ha generado una interacción negativa con la economía real. Estos riesgos para la estabilidad financiera deben afrontarse mediante estrategias que combinen una reducción del déficit presupuestario de plazo medio con una red de protección multilateral adecuada para países en crisis.
Los retos en materia de financiación soberana podrían extenderse más allá de la zona del euro. Tanto Estados Unidos como Japón son vulnerables a un aumento de la carga de la financiación si el nivel actual de los tipos de interés se eleva sensiblemente. Por consiguiente, estos países deben adoptar medidas firmes para garantizar la sostenibilidad de sus finanzas públicas en el plazo medio.
El endeudamiento de los hogares estadounidenses sigue siendo alto. Esta circunstancia podría afectar negativamente a los balances de los bancos, la disponibilidad de crédito y los precios de las viviendas. Además, podría resultar un lastre para la recuperación económica mundial.
Puede que se necesiten políticas estructurales para hacer frente al fuerte endeudamiento de los hogares, inclusive una reducción del capital de las hipotecas. Nuestro análisis muestra que los bancos de Estados Unidos son lo suficientemente sólidos como para resistir reducciones considerables del capital de las hipotecas riesgosas.
Los responsables de la política económica de los mercados emergentes deben evitar el recalentamiento y la intensificación de los desequilibrios financieros. Varios factores apuntan hacia la incubación de desequilibrios financieros, entre ellos los siguientes:
• El excepcional vigor del crecimiento del crédito bancario en algunos países. La experiencia demuestra que existe un vínculo estrecho entre el alto crecimiento del crédito y los aumentos futuros de los préstamos en mora.
• Fuertes entradas de capitales más volátiles. Esta afluencia del capital aún no es excesiva, pero la volatilidad que presenta últimamente ya ha puesto a prueba la capacidad de absorción de algunos mercados emergentes.
Dejar atrás el riesgo
Entonces, ¿qué pueden hacer los responsables de la política económica para lograr una estabilidad financiera duradera?
Las economías avanzadas deben hacer frente al legado de la crisis en forma eficaz e inmediata. Deben valerse menos de las políticas que principalmente actuaban sobre los síntomas de la crisis y centrarse más en medidas que afronten sus causas subyacentes. En particular, deben terminar de reparar sus sistemas bancarios, fortalecer sus balances soberanos y reducir la carga de la deuda de los hogares.
En cambio, las economías emergentes deben actuar, antes de que sea demasiado tarde, para evitar crisis futuras. Dado el riesgo de recalentamiento de la economía y desequilibrios financieros, los responsables de las políticas deben utilizar más y mejores medidas macroeconómicas, como el aumento del tipo de interés oficial, la flexibilización de los tipos de cambio y la restricción fiscal. Las políticas macroprudenciales y, en algunos casos, los controles de capital pueden desempeñar una función de apoyo.
Sin duda alguna, una regulación coherente a escala internacional es la piedra angular sobre la que puede forjarse un sistema financiero mundial más seguro. Las economías avanzadas y los mercados emergentes, por lo tanto, tienen una responsabilidad compartida de seguir adelante con las reformas regulatorias.
Nadie dijo que sería fácil
La labor pendiente no es fácil. Existen riesgos muy reales: los riesgos de autocomplacencia, de fatiga o la renuencia a adoptar decisiones de política económica que pueden ser duras.
Se deben tomar medidas hoy para conjurar de una vez por todas las amenazas que aún se ciernen sobre la estabilidad financiera mundial. Esas medidas resultarán plenamente eficaces solo gracias a la cooperación internacional.
La recuperación económica mundial avanzará por un terreno más firme solo si logramos una estabilidad financiera duradera.
*Consejero Financiero y Director del Departamento de Mercados Monetarios y de Capital del FMI