Cuando visité Reykjavik en octubre de 2008 para ofrecer la asistencia del FMI, la situación del país era crítica. Los tres principales bancos de Islandia —que representaban casi la totalidad del sistema financiero— acababan de desplomarse con una semana de diferencia. La sensación de temor y el estado de shock eran evidentes; pocos países, o ninguno, había experimentado jamás un colapso económico tan catastrófico como ese.
Una fuente de gran preocupación era que una depreciación desordenada del tipo de cambio sería ruinosa para los hogares y las empresas si no se actuaba, o que los retiros masivos de depósitos paralizarían lo que quedaba del sistema financiero. El grado de incertidumbre era impresionante: los tres bancos mantenían activos por un valor superior al 1000% del PIB, y nadie sabía en ese momento cuál sería la magnitud de las pérdidas y cómo se dividirían entre los islandeses y los extranjeros.
Hoy, tres años después, merece la pena reflexionar sobre los avances realizados por Islandia ?un país de apenas 320.000 habitantes? desde esos días oscuros de 2008. El país ha retomado la senda del crecimiento económico, y se están creando nuevos empleos: el nivel de desempleo, aunque aún es inaceptablemente alto para un país acostumbrado a un nivel próximo al pleno empleo, se ha reducido por debajo del 7% de la fuerza de trabajo. En junio de este año, el gobierno logró emitir bonos soberanos por un valor de US$1.000 millones, lo que marcó el regreso del país a los mercados financieros internacionales.
Además, aunque el nivel de deuda pública, que se sitúa actualmente en alrededor del 100% del PIB, es mucho mayor que antes de la crisis, la aplicación de un impresionante programa de consolidación ha vuelto a poner a la situación fiscal del país en una trayectoria sostenible en los últimos dos años. Con respecto a los bancos, se han reducido a un nivel equivalente a alrededor del 200% del PIB, y ahora están totalmente recapitalizados.
Quedan, naturalmente, muchas cuestiones pendientes, entre otras, el polémico caso Icesave relacionado con la disputa por las pérdidas de depósitos en el Reino Unido y los Países Bajos, pero los islandeses han demostrado su capacidad de resistencia y su fuerza como pueblo. Tomaron el control de su destino e implementaron algunas políticas muy duras que ahora están dando frutos. Pero el trabajo aún no ha terminado, y deberán redoblarse los esfuerzos para reducir el desempleo y estimular el crecimiento.
Recomponer las piezas
¿Cómo consiguió Islandia recomponer las piezas de su economía? El programa que al final acordamos con las autoridades de Islandia en un tiempo récord comprendía cuatro elementos importantes.
- Primero, se formó un equipo de abogados para asegurar que las pérdidas de los bancos no fueran absorbidas por el sector público. Al final, el sector público tuvo naturalmente que intervenir y garantizar que los nuevos bancos estuvieran suficientemente capitalizados, pero quedó al margen de las enormes pérdidas del sector privado. Esto fue un logro muy importante.
- Segundo, el objetivo inicial del programa consistió exclusivamente en estabilizar el tipo de cambio. En este caso, se utilizaron medidas no convencionales, especialmente los controles de capital.
- Tercero, se dejó que los estabilizadores automáticos operaran plenamente durante el primer año del programa, lo que permitió retrasar el ajuste fiscal. Esto contribuyó a apuntalar la economía en un momento de grandes tensiones.
- Cuarto, se racionalizó la condicionalidad, que se centró en la cuestión clave en ese momento: reconstruir el sector financiero. Si bien al final será necesario aplicar reformas en algunos ámbitos de la economía a nivel más general, estas no formaron parte del programa.
En resumen, el programa respaldado por el FMI por un monto de US$2.100 millones proporcionó el margen de maniobra necesario a las autoridades para determinar la mejor manera de hacer frente a los enormes desafíos y tareas pendientes. Con los compromisos de préstamo de los países nórdicos y Polonia, Islandia pudo poner en marcha la difícil tarea de reconstruir su economía.
El gobierno rápidamente hizo suyo el programa. Las autoridades se comprometieron a implementar las medidas acordadas, pero quisieron hacerlo a su manera. Uno de los objetivos primordiales del gobierno era proteger el estado de bienestar de Islandia, y ese objetivo se ha cumplido. “La dinámica cooperación con el FMI ayudó a preservar el modelo nórdico de bienestar de mi país”, señaló recientemente el Ministro de Economía de Islandia, Árni Páll Árnason.
Fuera de lo tradicional
Al preparar el programa a favor de Islandia, el FMI tuvo que utilizar herramientas de política al margen del conjunto de herramientas tradicionales. Esta combinación ecléctica de políticas ha sido eficaz en el caso de Islandia, pero no está claro si las enseñanzas aprendidas en este caso podrían aplicarse a otras regiones, como a la zona del euro afectada actualmente por la crisis.
Para examinar la crisis y la recuperación de Islandia, el FMI y el Gobierno de Islandia han organizado conjuntamente una conferencia que se celebrará el 27 de octubre. En esta conferencia, prestigiosos economistas, como el Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, y los economistas internacionales Willem Buiter y Simon Johnson, debatirán, junto con representantes de la sociedad civil y del mundo académico y funcionarios del FMI, si las enseñanzas aprendidas en el caso de Islandia pueden aplicarse a otras regiones. Participe en el debate.
*Subdirector del departamento Europeo, Fondo Monetario Internacional