Una noche de julio del año 64 d.C, se declaró un gran incendio en Roma que el viento propagó rápidamente sembrando el terror en la población. Tras seis días en llamas, se logró habilitar un cortafuegos, pero entonces se desató un segundo incendio que asoló la ciudad. Mientras la desgracia se expandía, el Emperador Nerón contemplaba el espectáculo cantando acompañándose con su lira.
Provocado o no el incendio, lo cierto es que constituyó para Nerón la ocasión para seguir fomentando una política orientalizante y populista.
Qué raro, este relato histórico me recuerda la situación que estamos viviendo en España con ocasión de la COVID-19.
El homónimo de Nerón, después de las dramáticas consecuencias de la pandemia reiteradamente anunciada pero a la que no se le hizo caso para salvar la sectaria manifestación del 8M (primer incendio), nos prometió que una vez levantado el estado de alarma iba a planificar la modificación de distintas leyes para garantizar la correcta gobernanza.
La Vicepresidenta Calvo no se quedó atrás y afirmó que había que pertrecharse para no tener que utilizar el artículo 116 de la Constitución en caso de que hubiera un repunte.
No hicieron nada, y como no saben tocar la lira, se fueron de vacaciones mientras el segundo incendio de la pandemia resurgía de sus cenizas amenazando con causar más estragos que en el primer brote.
Emulando a Séneca (“Al principio fueron vicios, hoy son costumbres”), el “Emperador” amenazaba con un estado de alarma de seis meses de duración y sin control parlamentario y lo hacía sin rubor alguno reclamando un apoyo abrumador.
Las fuerzas de la derecha, lejos de tildarlo de dictador y negarse en rotundo a suspender la democracia durante seis meses, le prometen apoyo pero solo reducido a sesenta días, y eso para evitar que los tilden de fascistas.
La segunda función más importante de las Cortes Generales (la primera es la legislativa) es la de controlar al Gobierno. Si se suspende esa actividad, aunque sea temporalmente, no cabe hablar de democracia en sentido estricto, si no hay parlamento, hay tiranía. Quizá el “Emperador” influenciado por su reciente visita al Vaticano quiere instaurar una teocracia y que todos lo adoremos cual Dios salvador.
En fin, el pueblo, de momento, lo traga todo y solo cuando la ruina, el hambre y las necesidades imperen por doquier, reaccionará.
¿Qué razones epidemiológicas o sanitarias justifican el toque de queda?
En lugar de luchar con mano férrea contra los incumplidores que son una minoría, se castiga a toda la población y se condena a miles de negocios al cierre indiscriminado.
Ojalá esté cerca el momento en el que, recordando de nuevo a Séneca, podamos decir:” Tu poder radica en el miedo; ya no tengo miedo, tú ya no tienes poder”.