Caleao lucha por recuperar siglos de historia

Caleao es una parroquia rural del concejo de Caso. Como todas las parroquias rurales asturianas, surge al calor del cristianismo, vinculada a la iglesia parroquial. Los vecinos aprovechaban los domingos para, después de ponerse a bien con Dios, reunirse a golpe de campana tañida en el pórtico de la iglesia y resolver sus asuntos de gestión ordinaria. Esta inicial simbiosis entre religión y administración fue desgajándose hasta convertirse en realidades distintas.

Sin embargo, en Caleao se da el caso curioso de que, aunque la iglesia parroquial depende del Arzobispado y la parroquia rural es un ente local con personalidad jurídica propia, sus vecinos mantienen estrechos vínculos con ambas, singularmente con la Iglesia, quizá porque es un pueblo de arraigadas creencias religiosas, hasta el punto de que sus mayores utilizaban el calendario eclesiástico para señalar las fechas de los cotos, de las derrotas, la selección de sementales y las cosechas. Más aún, no querían que padeciera quebranto alguno la Iglesia y comprometían sus bienes y sus personas para conservar el culto a Dios en el templo.

La historia pervive, sus vecinos están claramente comprometidos con la conservación y restauración de su iglesia de Santa Cruz la Real, que consideran algo propio, pues fueron sus antepasados quienes la construyeron sin escatimar esfuerzos ni medios; incluso se vendió parte del Puerto de Contorgán, propiedad del pueblo, para hacer el retablo mayor.

La iglesia es de una belleza impresionante, que impacta al viajero desde el mismo momento que accede a ella por la puerta principal.

Su declaración como Bien de Interés Cultural en el año 2014 y el encargo de la Consejería de Educación y Cultura de un proyecto de restauración del tejado y la contratación de la empresa TRYCSA para ejecutarlo colmaron las expectativas de los vecinos, aglutinados en torno a la asociación Amigos de Santa Cruz la Real de Caleao.

Nada más lejos de la realidad. Cual maldición bíblica, las obras se convirtieron en una chapuza de dimensiones catedralicias: el proyecto, la ejecución y la dirección de obra fueron inadecuados; la teja, inapropiada para aguantar las nevadas; la obra de la empresa, una chapuza y un fraude, pero la Consejería la recibió sin reparos.

Hoy día el visitante se sorprende porque en torno a la iglesia hay una auténtica escombrera de tejas rotas.

Para el Consejero de entonces, la obra es desastrosa e inadmisible, y el mayor disgusto de la Legislatura en cuanto a obras se refiere.

¿Hay culpables? Sin duda, pero no busquemos víctimas, sino soluciones. El Director General de Patrimonio se comprometió a resolver el problema antes del mes de enero: confiemos en él.

No hagamos buena la leyenda de que la cultura se crea en los pueblos y se destruye en las ciudades.

 

 



Dejar un comentario

captcha