Viene la guerra del agua

Nos viene a la memoria - al haber escuchado  que  el planeta cada vez más padece  la falta de agua potable - la  tarde en que tras  hacer una visita a los Altos del Golán,  bajar al Mar de Galilea, cruzar la aldea drusa de Dalyar y rezar, como cristiano viejo, las Bienaventuranzas en el monasterio de las religiosas Franciscanas, en ese amplio triángulo que abarca Genezaret, la ciudad de Tiberiades y Betsaida,  las palabras del guía que nos acompañaba:

- Las próximas guerras que vendrán en estas santas tierras, tendrán por causa el agua, no el petróleo ni la política partidista”.

En este momento habría que añadir las pandemias como el actual  Coronavirus, del que aún se ignora exactamente si salió de la propia naturaleza o de un laboratorio. 

Recordamos que en esos días se estaba preparando la  firma de la llamada “Hoja de Ruta” –  convertida en pedazos infinidad de veces - entre israelitas y palestinos bajo el amparo de las Naciones Unidas, Estados Unidos, Unión Europea y Rusia  para intentar frenar  la violencia en estos venerables territorios, cuando volvió a aparecer un lejano fantasma que bien pudiera ser la causa principal de los más virulentos enfrentamientos en toda esta zona de Oriente Medio: la falta del liquido denominado  (H2O),  formado por dos átomos de hidrógeno (H) y uno de oxígeno (O).

Contemplando el lago de Tiberiades saturado todo él de agua dulce, me asombré al ver tan abundante presencia  líquida. Hacia unos seis meses había estado en sus riberas  pernoctado en el kibutz Ein-Gev, y en ese entonces el agua  estaba  unos cien metros alejada de la orilla. ¿Qué había sucedido? Sin duda un milagro, pues parece que Yahvé, cuando su pueblo elegido padece alguna calamidad, no se olvida de él.

 Las últimas semanas  había llovido de forma pocas veces sentida en los Altos del Golán. Ni los más ancianos del lugar recordaban tan abundantes precipitaciones; era como si el cielo hubiera abierto sus cataratas y precipitado un  diluvio agradecido.

 Esa era la satisfacción demostrada por nuestro cicerone y por todo el país. Los medios de comunicación, asombrados, no hablaban de oto tema. El agua, la riqueza más preciada, bajaba fluida de los tres principales afluentes del Río Jordán: el Hatzbani, el Banias y el Dan.

No se debe olvidar que un tercio del abastecimiento de ese líquido sobre  Israel proviene del  Lago Kineret o Tiberiades.

Dicho factor fue  la causa de la constante agresión Siria a comienzos de la década de los años 60. Durante ese tiempo el país árabe intentó desviar el curso de los afluentes del Jordán hacia una nueva desembocadura, haciendo peligrar seriamente las reservas acuíferas del país bíblico.

¿Falta agua a escala mundial?  Sí y no, pero mucho más que sí. Nos explicamos: el problema estriba en que está muy mal distribuida. Hay países con  abundancia y otros que no disponen ni de una gota propia; la escasez por tanto es una situación de equilibrio, de transvase, y quizás de menos egoísmo entre las naciones.

Sería justo  tener presente  que en  el planeta  vivimos más de siete mil millones de personas, y dos tercios de la población  padecen una escasez que se vuelve  grave.

“Con agua, siempre es posible subsistir. Sin ella, no hay alimentos ni estabilidad de ninguna clase”. Son palabras de Norman Myers, profesor del Green College de Oxford que hace unos años escribió un libro angustioso sobre la falta de agua, y donde presenta muy clarividente: para el año 2025 – es decir, a la vuelta de la esquina -  la cantidad disponible por individuo en Oriente Medio y el Norte de África se habrá reducido en un 80 por ciento.

El siglo XXI conocerá un período difícil para la vida de la humanidad, un ciclo marcado por la menguada presencia  del agua. Y ese tan necesario contenido  vital,  será comercializado en los mercados financieros  del planeta, como hoy se hace con el hidrocarburo y otras riquezas que juegan en las bolsas.

 A partir  de ahora  habrá que comenzar a rezar  la oración....”Agua nuestra que estás en los cielos....”

 



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