Pedro Sánchez llevaba varias semanas dando por sentado que iba a conseguir para España financiación del fondo europeo planteado para hacer frente a los efectos del Covid-19 sin coste alguno y sin tener que hacer recortes en el gasto público como garantía. Sin embargo, en Suecia se vio obligado a reconocer que su postura se encuentra totalmente desarmada.
Ahora que muchos países se encuentran en problemas, habrá que dejarles dinero, pero los que los prestan lo harán solamente si se ofrecen garantías suficientes para que puedan devolverlo. Además, necesita evitarse que se incentive el gasto irresponsable de dinero.
Muchos pueden decir que tenía sentido imponer recortes desde la Unión Europea en la anterior crisis para realizar transferencias de dinero, pues afectó principalmente a determinados países que, como España, habían derrochado dinero tontamente como si saliera de las plantas, siendo cierto que los mismos que realizan esa afirmación también pueden rechazar ahora los sacrificios que se exigirán a los Gobiernos nacionales, pues todos los Estados miembros de la Unión Europea se han visto perjudicados en mayor o en menor medida por la pandemia del Covid-19. El problema es que las Administraciones Públicas españolas no han obrado de manera adecuada al no haber reducido la deuda pública y no haber optado por buscar un colchón de dinero público con el que poder enfrentarse a crisis económicas futuras.
La clave de todo lo sucedido se encuentra en el cuento de la cigarra y la hormiga, sin que se pueda llegar a decir que España es precisamente una hormiga, pues sus gobernantes han obrado como cigarras al gastar dinero público tontamente. En los Estados miembros cuyos representantes rechazan un fondo de transferencias gratuitas se considera que los países que, como España, no han buscado ahorrar dinero para hacer frente por su cuenta a complicadas coyunturas económicas, como la actual, no pueden ser premiados con fondos a coste cero y sin garantías, pues, si se optara por regalar dinero de la Unión Europea a esos Estados miembros, no se les podría disuadir para cambiar el modo de actuar de cara al futuro y se incentivaría que, en las siguientes crisis económicas, se continuara con la tendencia de los Gobiernos de esos países a exigir financiación regalada.
Lamentablemente, España debe aprender a ser una hormiga y a ahorrar para que, en el futuro, pueda tener fondos con los que luchar contra crisis económicas y ofrecer garantías a los acreedores internacionales por los que pueda resultar un Estado atractivo para los potenciales inversores. Solo de ese modo se podrá evitar la restricción de derechos sociales.