Volver hablar del periodismo

No deberíamos comenzar con una interrogación, pero hoy lo haremos:

¿De qué forma podemos valorar el periodismo impreso, audiovisual, y electrónico del siglo XXI? 

Parece - por lo que vemos en las redacciones - que mi generación,   la “galaxia Gutemberg”, se halla en vías de extinción. Y es cierto.  Hoy se habla de comunicadores,  no de periodistas, aunque por los momentos todavía esa noble raza sigue existiendo. ¿Hasta cuándo? Creemos que no mucho tiempo más.

Ahora, poseyendo un pequeño móvil de poco costo  económico, una sola persona puede lanzar informaciones al orbe. Decir si eso es periodismo, no será mi persona quien lo discuta,  más cuando una opinión nuestra ahora podrá ser rescindida  al instante o… admitida como poco válida.

Una vez la investigación se ha puesto en marcha, importa menos saber quién fue el primero de la serie que apresurarse a imitarle con denuedo. Y las palabras, las buenas y decidoras palabras que desean colocar las cosas en el sitio de la lógica, pueden ser convertidas en algo menos que humo.

Hay quien contabiliza la realidad inmediata, y habla del Aleph de Jorge Luis Borges.

Actualmente , los conocimientos que la humanidad ha ido atesorando a lo largo de su historia están concentrados en un  punto liliputiense. Esa es la causa  de mencionar la pavorosa imaginación del ciego de Rivadavia.

A comienzos  de los años 60, en la búsqueda de un mecanismo milagroso en Estados Unidos, crearon “una red de computadoras, sin autoridad central, capaz de atomizarse en réplicas idénticas, utilizando el concepto de información distribuida”. Esa malla,  bautizada en el Pentágono como Arpanet, y  al poco en Internet, en días, semanas, meses, ya era el  espíritu de Macbeth envolviéndonos en sortilegios y arcanos.

Y sacado ya el becerro de oro del Sancta santorum,  la tan manoseada  “aldea global” de Marshal McLuhan se convirtió en el autentico cerebro del planeta. No hay – hasta los momentos -  otro tan idolatrado y reverenciado.

No es extraño a estas alturas del invento, decir  que el acceso a Internet facilitó  consultar la mayor cantidad de fuentes de información existente en cualquier rincón del planeta, lo cual lo convierte en un mecanismo auxiliar jamás imaginados.

En cierta ocasión, un conocedor del sector de la información expresó claramente: “El periodista es un ser que ha renunciado a todo en esta vida, salvo al mundo, al demonio, la carne...” y  deberíamos  añadir hoy la muerte, pues según el Instituto Internacional de Prensa, cada año  fallecen de forma violenta en aras de la profesión docenas de periodistas. Igualmente, en la mayoría de los casos el reportero de a pie es un correveidile, tiene poco espacio de maniobra, ya que el verdadero poder de los “Mass media” está entre bambalinas y no necesitan ni de informadores.

Los medios informativos en el planeta  tienen excesivo poder. Toman la libertad de expresión en sus manos, la moldean a sus gustos y se olvidan de que ella es patrimonio trascendental de toda la sociedad.

Sin que nadie se rasgue las vestiduras ni se sienta un cruzado, se debe reconocer que en ningún tiempo como ahora la prensa, radio y televisión han tenido tanta injerencia en la política y economía planetaria.

Vivimos rodeados de una férrea dictadura,  y lo más asombroso es que todos estamos embelesados ante ella. Son el Gran Tótem.  Millones de personas, como si acudiéramos a un servicio religioso, nos postramos diariamente ante el altar de los medios informativos.

La  noticia se ha convertido en un producto. Importan más las metas a conseguir que la realidad, y debido a ello prevalece el sensacionalismo y la espectacularidad por encima de la responsabilidad.

Algunos estudiosos señalan  que el periodismo actual transmite sensaciones y no las respuestas a las tan conocidas preguntas: qué, quién, cuándo, cómo, dónde y por qué. Asimismo, se debería recordar que la neutralidad es mostrar las dos caras de la moneda.

Pueril pensamiento.

 



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