Se acerca el día 8 de abril, fecha en la que en todo el mundo se conmemora la celebración en Londres, en abril de 1971, del mítico Congreso Internacional del Pueblo Gitano.
Como muchos sabéis Devel (Dios) quiso premiar mis esfuerzos de juventud haciendo que yo fuera el único gitano español que asistiera a aquel cónclave que supuso un aldabonazo a la sociedad mundial para advertirles de nuestra existencia, de nuestros problemas y sobre todo de nuestras ilusiones. El año que viene celebraremos el 50 aniversario de aquel trascendental acontecimiento.
A nosotros nos habría gustado que este año fuera el prólogo de la gran fiesta gitana mundial que celebraremos el año que viene. Pero el maldito coronavirus no nos deja hacerlo. Estaremos todos encerrados en nuestras casas cumpliendo con las indicaciones que nos dan las autoridades del país. Así es y así debemos hacerlo dando ejemplo de civismo y solidaridad con el resto de nuestros conciudadanos. Pero, nos preguntamos, ¿qué podemos hacer este año, ya que han quedado suspendidos todos los actos que tradicionalmente venimos celebrando el día 8 de abril?
Ideas se nos han ocurrido muchas y algunas cuajarán sin necesidad de salir de casa, pero yo me atrevo a sugerir lo siguiente.
Vamos a vestir España de azul y verde
Sí, vamos a pedir a todos los españoles, gitanos y no gitanos, que el día ocho de abril adornen sus balcones con la bandera gitana que está formada por dos franjas de tela del mismo ancho. La de arriba azul y la de abajo verde.
Dejadme que os cuente, porque yo estaba en el Congreso de Londres el día que se aprobó por unanimidad que esa debería ser la bandera de nuestro pueblo. Así lo votamos los representantes de los 29 países presentes en la reunión. Una bandera que no debía competir ni desplazar a la el país donde vivíamos porque la azul y verde encerraba un significado que, siendo profundamente gitano, lo podían hacer propio todos los ciudadanos y ciudadanas libres del mundo. Azul arriba para señalar que ese es nuestro único techo y verde abajo para dejar constancia de que el verde de los campos es nuestro único suelo.
¿No os parece que esa bandera encierra un maravilloso mensaje de vida, en unos momentos en que la modernidad mal entendida arrincona tradiciones milenarias de valores familiares donde los padres, y sobre todo los abuelos, representan la autoridad que hace posible la convivencia sin sobresaltos?
¿No creéis que sería fantástico que desaparecieran las fronteras y que las únicas barreras que existieran para separar a un país de otro no fueran más que la altura de las montañas o las aguas de los ríos?
Los gitanos, antes que los europeos y mucho antes que los americanos, descubrimos el valor supremo, intangible que representa la ciudadanía universal. El día 10 de diciembre de 1948 la Asamblea General de las Naciones unidas aprobó la Declaración Universal de Derechos Humanos en la que, por primera vez en la historia, se establecen claramente los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales básicos de los que todos los seres humanos deben gozar.
El 8 de abril, plataforma de lanzamiento
El 8 de abril de 1971 se produjo el milagro y desde entonces logramos que las Naciones Unidas nos otorgara un Estatuto de reconocimiento universal como Minoría Cultural no Gubernamental. Y Jarko Jovanovic, gitano yugoslavo, compuso aquel día, acompañándose de una balalaika, el Gelem, Gelem, nuestro himno internacional. Igualmente solicitamos y logramos que el gobierno alemán concediera una indemnización por las victimas causadas en los campos de concentración. Indemnización que debía emplearse en programas educativos de los niños gitanos europeos descendientes de aquellas víctimas. El Congreso de Londres supuso también la recuperación de nuestro milenario idioma, el rromanó, lengua de origen sánscrito que hoy hablamos, con mayor o menor fluidez, más de 14 millones de gitanos y gitanas en el mundo y que tiene su Academia de la Lengua en la Universidad René Descartes de París. Su director es Marcel Courthiade, gitano francés, aunque nacido en Albania en 1953, profesor del Instituto de idiomas y culturas orientales de la propia universidad.
Vamos a fabricar banderas gitanas
Hacerlo es muy fácil. Cojan un metro de tela azul y otro metro de tela verde y cósanlos. Y ya está. Es muy fácil. Nosotros hemos repartido miles de Banderas gitanas desde que la Unión Romaní concertó con una fábrica textil catalana, hace más de treinta años, la fabricación de muchos miles de banderas. Hasta que se agotaron. Hoy es relativamente fácil conseguir una bandera o varias en los establecimientos que los chinos tienen en todas las ciudades de España. Yo mismo he comprado muchas en esos establecimientos. Son muy baratas. Y si no las encuentran, por favor, fabríquenlas ustedes. ¡Ah, y si no tiene la rueda roja del carro en medio, no pasa nada! La bandera sin rueda sigue siendo la misma. Y cuando pase esta horrorosa pandemia y podamos salir a la calle, usted puede pedirnos una bien terminada y trataremos de conseguírsela.
El día 8 de abril, como cada año, en gran parte de los ayuntamientos de toda España, lucirá en su fachada la azul y verde. En los Parlamentos autonómicos también estará presente en un sitio de honor. Pero esta vez, cuando estamos recibiendo tantos ataques racistas de gente sin alma que nos culpan a los gitanos de haber traído el coronavirus, ¡que barbaridad!, os pedimos un gesto de solidaridad y de afecto. El día 8, entre todos, gitanos y no gitanos, ya que no podremos darnos un abrazo, al menos vamos a vestir España de azul y verde.
Juan de Dios Ramírez-Heredia Montoya
Abogado y periodista