En poco más de tres meses, la enfermedad llamada Covid-19 que produce el nuevo coronavirus SARS-CoV2 ha sido detectada en más de ochocientas mil personas en todo el mundo. Ochocientas mil son las cifras oficiales, pero no las reales que, posiblemente, en estos momentos sean unos cientos de miles más, dada la facilidad de contagio de este silencioso virus.
Los cuestionados e impredecibles dirigentes, Boris Johnson y Donald Trump, en sus líneas de actuación populistas intentaron infravalorar la importancia de la pandemia que se propagaba. Boris Johnson incluso pretendió hacerle frente dejando que el virus contagiase a la mayoría de la población para así hacerla inmune. Donald Trump refiriéndose jocosamente al “virus chino” en un alarde de renovada incultura y poca empatía. Hoy el Reino Unido declara tener más de 25.000 contagiados, uno de ellos el propio Johnson, y Estados Unidos lidera el ranking mundial con 165.000 casos.
Hoy, así mismo, tenemos conocimiento de que otro país civilizado de occidente, Suecia, quiere priorizar su economía y dejar en segundo plano las medidas necesarias para evitar que el coronavirus se extienda por el país poniendo en grave riesgo a su población, sobre todo a la población de más edad. Pero, todo parece indicar que los civilizados suecos dan a sus mayores por amortizados. Y como se preguntaba, al respecto de ese posicionamiento, Lars Christensen, un danés especializado en economía internacional: “¿Qué tanto en términos de desempleo y producción estás dispuesto a arriesgar para proteger a, tal vez, unos pocos ciudadanos?”
El Gobierno en España cerró las empresas y tiene a la población en cuarentena domiciliaria desde hace más de dos semanas. Tradicionalmente somos un país que mira a sus mayores; pero en plena crisis sanitaria debido al virus ya se van conociendo demasiados muertos, la mayoría de edad avanzada, que no fueron atendidos convenientemente por falta del material adecuado, concretamente máquinas de respiración.
Bélgica, que por el momento contabiliza 12.700 contagiados, a través de la Sociedad Belga de Gerontología y Geriatría ha hecho llegar a los médicos de los geriátricos una ordenanza para que dejen morir en las propias residencias de ancianos, sin traslado a los hospitales, a los mayores que contraigan la enfermedad y que se encuadren en determinados parámetros sanitarios.
Por supuesto: parámetros propios de países supuestamente civilizados.