Obedece a tu partido

Aunque la Ley de Partidos Políticos exige que estos se ajusten en su organización, funcionamiento y actividad a principios democráticos, nada hay más lejos de la realidad.

Los partidos políticos son sistemas oligárquicos, cesaristas, en los que un número reducido de personas, la élite, controla el poder. 

Y lo cierto es que no puede ser de otra manera.

 Los ciudadanos que se acercan a los partidos y se inscriben como afiliados albergan intereses diversos. Los hay que con ese gesto pretenden mostrar su simpatía por el partido y, de paso, obtener algún beneficio indirecto: encontrar empleo para sí o para un propio, o adjudicaciones en el caso de ser empresario o similares.

En otros casos –muchos–, el afiliado pretende algo más: hacer carrera política y formar parte de las listas electorales municipales, primero, y, después, autonómicas, nacionales o europeas, culmen de cualquier aspiración por el nivel retributivo que ello representa.

En estos últimos casos, los interesados deben tener muy presente que la obediencia es el primer requisito si se quiere permanecer y, en su caso, medrar, y el respeto sin condiciones a las decisiones del líder del partido, el único mandamiento. 

No debe olvidarse que los electores eligen a los partidos, y estos, a los elegidos, por más que parezca un juego de palabras.

Si el partido no mantiene una obediencia ciega y una disciplina rígida, nunca podrá ganar elecciones.

Los esbozos de rebeldía deben erradicarse de inmediato.

Quien alcanza el grado de secretario general de un partido (cosa nada fácil) adquiere el derecho a imponer sus tesis y a cortar de raíz cualquier amago de insumisión.

El mejor ejemplo de cómo se debe actuar nos lo proporcionó Sánchez, quien no dudó en cortar cuantas cabezas sospechaba que le podían ser infieles. Y lo hizo sin temblarle el pulso.

Es en este aspecto en el que viene fallando el PP. Son muchos y continuos los desplantes que Alfonso Alonso venía haciéndole a la organización. Era hora de ponerlo en su sitio y demostrarle quién manda.

Las chulerías dentro del partido solo se les deben permitir a quienes ganan por mayoría absoluta y mientras sigan haciéndolo. En caso contrario, al rincón de pensar.

Y ese es el destino que le espera a Feijoo si después de sus retos no consigue repetir resultados o si (vaya medicina) llegara a necesitar el voto de Vox. Casado estaba siendo demasiado permisivo y debió haber cortado por lo sano con todos estos vividores de la política que ya no aportan nada.  

La alianza con Cs es una medida táctica cuya única pretensión es visualizar la eliminación de este contendiente de centro derecha.

Maquiavelo lo tenía muy claro: «El fin justifica los medios».

 



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