Formamos parte de la ensoñación que arrastramos desde niños, lo cual demuestra que la realidad ha ido cambiando sin contar con nosotros.
Hace unos días, abriendo un anticuado cajón casi olvidado, y allí encontramos una brazada de añejos tebeos. Y con ellos vino una brisa envuelta en recuerdos.
Hemos sido lectores de Emilio Salgari, Robert L. Stevenson o Mark Twain, sino de “El Zorro”, el vengador enmascarado, ese don Diego de Vega que caminando a galope entre las tierras sedientas de la California hispana del siglo XIX, solucionaba entuertos y repartía justicia, siempre dejando la rúbrica de una “Z” con su espada prodigiosa.
La vida entonces era un ir entre páginas de dibujos reconfortados. El futuro parecía no existir y la supervivencia se reducía a un día inmenso y perdurable que parecía no finalizar nunca.
Las viñetas representaban los anhelos de muchachos impresionables en aquella posguerra de las ansias truncadas, al servir como antídoto contra el aburrimiento cotidiano en donde nadie sabía lo que era la televisión, y la radio constituía un alarde mágico.
Un buen día supimos de “El Zorro”. Después vinieron Batman, King Kong, El hombre Araña, Robin Hood y Superman.
: Luisa Lane; era un amor como los antiguos, de mírame y no me toques.
Ya no hay tebeos al estilo nuestro brumoso tiempo. Al menos, no como antes. Ahora poseen el estilo de “Yu-Gi-Oh”, “Las noches locas de Criptea”, Ran o las aventuras eróticas de Liz y Beth.
En la medianera del mitad y mitad del tiempo, supimos la diferencia entre los tebeos simples y los cómics asombrosos, dos términos que marcarón el adiós a la inocencia que aún existía en nosotros.
Después, el cine nos ha ido develando el hechizo de nuestros personajes pueriles, y de esa manera, llegamos a saber que los productores iban escarbando en los tebeos al encuentro de aventuras emocionantes para mejorar la cotidiana realidad alucinada de la rapidísima edad actual.
Días después, hallamos en otro rincón de la casa las “Aventuras de Pinín que de Pinón ye sobrin”, y las de “Pinón y Telva”.
El gran Alfonso las había realizado 1971 y su humor astur es insuperable.
He aquí una buena disculpa de Pinón:
- Pinón, tienes que cambiar… y que non vuelva a pasar lo de ayer…¡Tú mismu me confesaste que veníes borrachu..!
- Gúeno, Telva: ¿ Y vas facer casu a uno que vien bebíu..?
Y otro:
- ¡Qué ganas tenia que llegases, Telva!
- Entós quiésme muchu..!
- Gúenu: ¡ye que me llevaste la llave de la despensa..!
Sería razonable que el humor dibujado y escrito por Alfonso regresara, y que la generación de ahora, al leerlas, percibiría mejor nuestra lengua astur.