Lo contemplé pasar en aquella neblinosa mañana; iba en un “tiburón” Citroen negro sobre la calle de la ría en Avilés hacia Piedras Blancas. Su figura se destacaba en el vehículo como un altozano al trasluz de ese amanecer disipado bajo una lluvia menguante.
Iba hacia Santiago de Compostela para después retornar a Madrid y acudir al Palacio del Pardo a realizar una vieja quimera: saludar a Francisco Franco.
Se trataba Charles De Gaulle, héroe y mito. Se acaban de cumplirse 50 años de su partida y en Europa aún se hacen estudios sobre su figura, mientras se imprime en papel satinado la primera frase de sus leídas “Memorias de Guerra”, aquélla que dice: “Toda mi vida me he hecho una cierta idea de Francia”.
La radio le hizo entrar en la historia. Sucedió el 18 de junio de 1940, Francia se hallaba invadida por Alemania desde los primeros días de la primavera y él, que había sido nombrado subsecretario de Estado para la Defensa por un gobierno que se derrumbaba, tuvo que saltar a Inglaterra y desde allí comenzó cada tarde por las ondas, a solicitar apoyo a sus compatriotas para luchar contra el invasor nazi.
El general fue uno y múltiple, uno y contradictorio; en una palabra, un minotauro, el águila acéfala, el admirador en su momento del mariscal Petain, el contrincante de Churchill, el militar mimado por Eisenhower, Montgomery y el superficial Roosevelt (no Theodore, sino el otro, el que conocía mal la historia, es decir, Franklin).
En los fascículos publicados el presente año con motivo de un nuevo aniversario de la II Guerra Mundial, alguien escribió sobre el general, quizás para que se deduzca la ambivalencia erigida sobre su persona:
“Nunca ha sido aclarado de forma suficiente – y los mejores biógrafos del general han preferido pasar de puntillas sobre tan espinoso tema – las relaciones de De Gaulle con los activos movimientos de extrema derecha que proliferaron en Francia durante aquel período (los convulsivos años 30). Una aproximación que sí parece suficientemente documentada con respecto a la Cagoule, asociación secreta de conspicuos elementos de la alta sociedad, grandes industriales y militares conservadores, que actuó como grupo terrorista hasta intentar en 1937 un nonato golpe de Estado”.
El participó en la batalla de Verdún y estuvo, durante sus primeros años - hasta llegar a ser profesor de la Escuela Superior de Guerra - a la sombra y protección del general Philippe Pétain.
Todo esto nos lo narró personalmente Marcel Rouaix, secretario de Pétain. Él, tras finalizar el cruel conflicto, vegetó hasta su muerte en Caracas y allí mantuvimos encuentros permanentes
Rouaix había tomado parte de esa historia que todo analista político sabe en Francia, aunque nadie deseaba publicar sus vivencias, siendo la causa de que sus páginas fueran publicadas en Venezuela, teniendo yo la complacencia de revisar el texto.
El ex presidente galo lo escribió de su puño y letra… “Toda mi vida he imaginado a Francia de cierta manera… A mi modo de ver, Francia no es Francia sin grandeza”.
1 comentario
# Marcelo Mosquera Responder
22/08/2020 20:53Con el Sr. Marcel me sentaba varias horas a escuchar sus historias de la guerra. A veces emocionantes a veces complicadas de dar las por ciertas, sin embargo en ambos casos eran siempre intrigantes. Tengo sus dos libros dedicados y buen amigo de su hijo.