A inicios de diciembre los presidentes de Rusia y China pusieron en marcha el gasoducto más largo del mundo, que suministrará en 30 años un billón de metros cúbicos de gas a China con un contrato fijo, lo que significa evitar la inestabilidad en los suministros o los precios. Y representa, frente al hegemonismo de EEUU, un importante paso en el desarrollo económico, tecnológico y geopolítico de ambos países basado en el respeto y el beneficio mutuo. Por sus tuberías fluye ya un mundo multipolar.
El proyecto, planificado en 2014, se oficializó por videoconferencia, con Putin desde Sochi, y Xi Jinping desde Pekín. Rusia suministrará gas al norte de China y lo hará desde la región rusa de Yakutia, en Siberia. Económicamente, el acuerdo firmado entre la Gazprom rusa y la Compañía China de Hidrocarburos (CNPC) se eleva a un importe de 400.000 millones de dólares (363.208 millones de euros). Con una longitud de 2.200 kilómetros en territorio ruso, la construcción de “Fuerza de Siberia” -nombre dado al gasoducto- ha empleado a 10.000 trabajadores rusos para instalar 130.000 tuberías que pesan 2 millones de toneladas.
Su instalación ha implicado la necesidad de un desarrollo tecnológico al tener que atravesar 10 grandes ríos y más de 100 áreas pantanosas y de montañas. Ha conllevado la formación en Rusia de una red de distribución energética que permitirá, en algunas zonas, una mayor gasificación para empresas y viviendas; además el gasoducto va a generar empleo en la zona siberiana donde se va a crear una planta de procesamiento de gas etanol, propanol y butano para la exportación a China y otros países asiáticos. Además las localidades donde termina el gasoducto ruso, Blagoveshchensk, y empieza el chino, Heihe, quedarán unidas por un puente de 1.300 metros de largo, que cruza el río Amur y que puede soportar temperaturas de hasta 60 grados bajo cero.
Geopolíticamente tiene muy importantes implicaciones. Para Rusia, que le permite ampliar sus suministros más allá de su principal destinatario -Europa-, a China, con perspectiva de gran crecimiento. Rusia, con sus reservas puede cubrir las crecientes necesidades chinas. El gasoducto también abre nuevas perspectivas para Rusia como potencial suministrador de gas en Asia, con posible ampliación -el gasoducto Fuerza de Siberia 2 para unir yacimientos rusos con la zona occidental china-. Y otros países como Kazajstán y Mongolia ya han mostrado su interés en participar. Sin que por ello Rusia abandone sus gasoductos hacia Europa, el Nord Stream 2 hasta Alemania por el mar Báltico, y el TurkStream que cruza el mar Negro hacia Turquía.
Para China, cuya actual producción nacional resulta insuficiente, el hecho de poder abastecerse vía gasoducto le permite, por una lado, reducir la dependencia de las compras de gas comprimido estadounidense; y, por otro, evitar el problema de que las 3/5 partes de gas actualmente se tengan que importar mediante buques -que provienen no solo de EEUU y Rusia- y cuya ruta pasa por el estrecho de Malaca, con la inseguridad que supone el continuo paseo amenazante de las fuerzas navales estadounidenses por sus aguas. Por ello el presidente chino, Xi Jinping, lo ha calificado de “proyecto histórico de cooperación energética entre China y Rusia, y paradigma de profunda convergencia de los intereses de ambos países y de la cooperación basada en el beneficio mutuo”.
En la transición hacia una economía ecológica en China un objetivo es que la parte septentrional del país, donde domina en particular la producción de carbón, se reduzca el consumo de tal combustible contaminante mediante el progresivo empleo del gas natural. Con el nuevo gasoducto se dará un salto adelante. En 2018, China importó 125.500 millones de metros cúbicos de gas: solo el 42% provenía de gasoductos y el resto por vía marítima en forma de gas natural licuado. En 2018 China aumentó su consumo un 18%, hasta los 280.000 millones de metros cúbico.
El gasoducto camina por una senda estratégica propia opuesta a los planes económicos agresivos de EEUU contra Rusia y contra China. Sus 2.200 kilómetros rusos (ampliables a 3.000 cuando se llegue hasta el yacimiento de Kovyktínskoye) y sus 5.100 kilómetros chinos de tuberías emergen para que China pueda reducir sus emisiones de CO2 a menor coste; y para que Rusia pueda exportar gas de forma alternativa, y así mitigar las sanciones de EEUU.
Este gasoducto es un significativo ejemplo del desarrollo de las relaciones económicas al margen del dominio de EEUU. La superpotencia norteamericana, que vive su ocaso imperial, aumenta, con distintas medidas económicas y militares, su cerco a China; pero, por el contrario, China y otros países emergen de forma incontenible exigiendo ser tratados como iguales, mientras desarrollan entre ellos relaciones de respeto y beneficio mutuo.
Contradicciones de la convulsa situación que vive el orden global en su periodo de transición de un orden unipolar a otro multipolar que se está escribiendo, y cuyo resultado dependerá de varios factores, desde las decisiones que adopten tanto la superpotencia estadounidense como las potencias emergentes, como la rica y variada lucha de los países y pueblos del mundo por la soberanía, el desarrollo independiente y la revolución.