Es una realidad perturbadora: el Planeta Azul, inmenso refugio del “homo sapiens” surgido hace unos 350.000 de años, se está enfrentando al espinoso cambio climático notificado con crudos datos científicos.
Ante las evidencias del calentamiento global, obra demencial de cada uno de los humanos, nuestro futuro depende de poner en camino soluciones realistas inmediatas.
Con el presente alarmante, nos ha venido a la memoria la concesión, en octubre de 2007, del “Premio Príncipe de Asturias” de la Cooperación Internacional al ex presidente de los Estados Unidos Al Gore, a conciencia de sus ardores para intentar salvaguardar al planeta de la inmolación climática que se avecinaba.
La concesión del galardón produjo duradísimas inculpaciones debidas - se decía entonces - a la falsa alarma que Al Gore, con su irresponsable actitud, estaba creando en la ciudadanía.
Tanto así, que en ese entonces Mariano Rajoy - líder de la oposición parlamentaria durante el gobierno de Rodríguez Zapatero – llegó a expresar “que no se podía hacer del cambio climático un problema mundial.”
En esa sazón, en los Estados Unidos se imputaba a un documental realizado por Al Gore y titulado “Una verdad incómoda”, de mentiras escandalosas, ya que expresaban que nuestra “nave azul”, aunque pachucha, lejos estaba de su defunción.
Y en ese ínterin ya por sí complicado, llegó el informe de la mano de expertos: “Si la humanidad no enfrenta la situación atmosférica con urgentes medidas, puede venir un nefasto tiempo apocalíptico”.
Había un solo camino: reducción drástica del C02 a la atmósfera; prohibir la exportación de los residuos tóxicos; abordar las causas de la destrucción de los bosques; impedir las pruebas atómicas y establecer un progresivo abandono de la energía nuclear que, aún siendo parte del universo, los humanos la usamos con carácter destructivo.
En contraste, algunas autoridades negacionistas no compartían los informes sobre el medio ambiente. Enunciaban que la contaminación es un fenómeno natural que apenas perturba la armonía universal, añadiendo que todo es un simple problema de reciclado.
A la hora de hablar de la energía atómica, opinan que debido a ella el Universo existe, lo mismo que los seres vivos. Cada estrella es un reactor, señalan, y los centros nucleares lo que hacen es reproducir, al servicio del hombre, fenómenos que hay desde el principio de la creación.
Bajo esa perspectiva, nos incumbe saber que el planeta tierra es un ente vivo y como tal debemos cuidarlo. Quizás debido a eso, estos días hemos mirado con afán las decisiones que se están estudiando en la Cumbre Climática de Madrid y seguimos las peripecias de esa muchachita de nombre Greta Thunberg, a razón de su admirable lucha por ayudar a que comprendamos de que la salvación de la tierra es responsabilidad de todos.
Al Gore abrió un parcela que es de cada uno de nosotros. Los golpazos y burlas que sigue padeciendo, lo mismo que la joven Greta, es una entristecida muestra de nuestra ignorancia sobre la situación de este azulado refugio en el que vivimos.