La justicia va lenta… pero llega

La corrupción, de igual manera  el honor, la valentía, la honra, no es patrimonio de nadie,  al ser esa crátera de vino  viejo un  fondo interminable en  el que  los inmorales  introducen el pocillo hasta hartarse a cuenta de los decentes, que los hay,  y son muchos.

 Recordemos la honradez de la cerradura: yo no robo al no poseer la llave del joyero.

 El juicio por corrupción  en la Junta de Andalucía durante los  gobiernos del Partido Socialista y cuyo vía recorrió 20 años para su  sentencia,  condenó, como es sabido,  a dos ex presidentes y 17 altos cargos de la izquierda.

La cuantía desviada en la red clientelar  con intereses políticos,  se acercan a  los 680 millones de euros.

Cada día, en los heterogéneos reinos  de taifas  hispanos controlados por el partido de gobierno y la oposición, se descubren   depravaciones ciclópeas.

Los frenos de la moral se han roto, y un río interminable de cohechos, blanqueo de dinero, sobreprecios en el costo de los presupuestos de obras públicas, la compra de favores, el abuso desmedido del poder, tráfico de influencias y la alcahuetería, han producido una degradación pocas veces visto con anterioridad. 

 La opinión sobre lo  perversamente es generalizada y se refleja en los medios de comunicación, al ser sabido que  la fermentación  del pus salpica a toda la geografía nacional de la que no se libra ninguna comunidad autonómica.

Ramón del Valle Inclán decía con su soplo galaico:   “En España el mérito  no se premia. Se premia el robar   y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo.”

 Posiblemente no sea todo de  esa forma o tal vez sí, ya que la realidad diaria demuestra el poco o  nulo  control que se hace de los dineros públicos.

 En nuestro libro “El triángulo de la corrupción” centrado en  Venezuela, España e  Italia - que un juez criollo prohibió y otro incluso mencionarlo, caso asombroso y único-   intentamos desmontar  la manera  que los eficaces personajes    formados a la sombra del poder, levantados  tras las alineaciones políticas, bancos y  altas empresas, usan la cercanía del gobierno de turno  para acrecentar sus enormes conglomerados económicos. Evidentemente no es nuevo y esa marabunta crecer como hiedra.

 En esas páginas del “Triángulo…” se manifiesta que la putrefacción económica anclada hasta el tuétano en los gobiernos de cualquier signo, es una epidemia de la que se derivan prejuicios que hunden el bien general, pero con toda esa gravísima realidad, aún es enorme, de espanto,  el quebranto moral por algo que el lector comprenderá: se rompe la coexistencia ciudadana, sus estamentos sociales  y con ello  el menoscabo de las leyes, piedra angular de todo gobierno cabal y  responsable.

 El mal  de la  corrupción desmoraliza todo sistema representativo por muy sólido que crea ser, al soportar   el abandono de una conducta púdica  cuyo único camino posible sería que fuera sobria, decorosa, honrada y justa.

España está pasmada, indignada, a recuento de  ese reparto de millones de euros  dados  en  subvenciones  arbitrarias.

 Lo sano de ese escándalo, y aunque tardó en producirse la sentencia, es que en el país  funciona la justicia.

 No todo en nuestra cuarteada  piel de toro es funesto.



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