ETA, el fin, por fin!

ETA ha anunciado ayer el “cese definitivo de su actividad armada”.

Siento una emoción muy profunda, una sensación agridulce porque la alegría de este momento y de las perspectivas que abre se ve empañada por el recuerdo de tantos años de terror y de barbarie. ¡Nunca más! ¿Se darán cuenta, nos daremos todos cuenta de que la violencia no debe emplearse jamás para defender nuestros puntos de vista? ¿Quedarán ya grabadas para siempre en nuestra mente y en nuestra retina las imágenes de vidas destrozadas por quienes creyeron que sus aspiraciones podían resolverse dando muerte a inocentes?

Después de 43 años de terror y de 897 muertes, la organización terrorista abandona la violencia por la presión del Estado de Derecho debidamente ejercida. Sin condiciones. Derrota total. La democracia ha triunfado.

Sentimiento agridulce, como el que experimenté en Chapultepec al término de los conflictos de El Salvador, o al iniciarse las conversaciones de paz en Guatemala, porque la amargura de tantos muertos y tiempo ensangrentado accede hasta la sonrisa del cese de la violencia y la amenaza. Y todas las víctimas se agolpan en una colosal interrogante: ¿por qué después de tantos siglos seguimos desbocados el trote de la guerra y de la imposición y de la fuerza, siempre lamentado al final pero siempre incapaces de prevenirlas?

“La nuestra será una democracia sin terrorismo pero no sin memoria”, ha declarado el Presidente del Gobierno, J.L. Rodríguez Zapatero, que tanto se ha esforzado en conseguir el descalabro total de la banda.

No sin memoria: todos ahora debemos extremar nuestra atención a los que más directamente han padecido, a los que más han sufrido y sufren las consecuencias de la acción terrorista.

No sin memoria, porque debemos ahora todos favorecer serenamente la conciliación y la paz en nuestras vidas, en nuestras calles, en nuestros pueblos y ciudades, en nuestras naciones…

Memoria permanente para que la secular cultura de imposición, dominio, violencia y guerra ceda el paso, ya para siempre, a una cultura de diálogo, alianza y paz.

Lograr la transición de la fuerza a la palabra sería no sólo la inflexión de mayor calado humano de toda la historia sino el inicio de una nueva era, un “nuevo comienzo”. De la mano alzada y armada a la mano tendida.

Aquí no había dos bandos en conflicto: había una banda frente a gente, frente a personas inocentes. Ni tampoco hubo “enfrentamiento”, sino tiros por la espalda. Ahora, punto final donde antes hubo inicio o reinicio.

No sin memoria, para que nunca más tengamos que esperar, con enorme tensión y angustia, en medio de infinito desasosiego, que cese el terror.

Nunca más el fanatismo, el dogmatismo, la obcecación de quienes siempre creen tener la razón. Nunca más noticias tendenciosas.

Habrá que esforzarse en escuchar, en respetar aunque se mantengan posiciones diametralmente opuestas a las propias.

No es fácil que la memoria y el desagravio caminen juntos.

“Construir la paz en la mente de los hombres” es la gran misión encomendada a la UNESCO. En lugar de “si quieres la paz, prepara la guerra”, tenemos que implicarnos todos para construirla con nuestro comportamiento cotidiano.

Quienes llevamos años intentando –ante la mirada escéptica y con frecuencia adversa de no pocos- dejar a las generaciones que llegan a un paso de nosotros la paz en ellos mismos, en la Tierra y con la Tierra, expresamos nuestra honda satisfacción por la “irreversible” decisión de ETA.

Y nos disponemos a fortalecer la democracia y la comprensión, con el recuerdo, una a una, de todas las víctimas.

Manifestamos también nuestro profundo agradecimiento a todos los que, con el riesgo de sus vidas a menudo, han hecho posible el fin, por fin, de ETA.



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