Es apesadumbrado departir en estos intervalos de la supervivencia de la Venezuela de ahora mismo, suelo que ha sido intensamente nuestro en largo espacio de tiempo, y al presente se envuelve en una desdicha infrahumana de amarguras interminables.
Subrayar estas palabras es ir disgregando las membranas que destrozaron nuestras querencias más enraizadas. Nos vimos obligados a dejar el lar criollo encharcados de zozobras. Cruzamos de vuelta cual los vencidos de Luís de Oteyza – cabizbajos y derrotados - el Caribe de las mil aventuras, para volver a encallar en las costeras de nuestra juventud asturiana, de la que habíamos partido cuando las esperanzas se hallaban henchidas de utopías para intentar existir de nuevo. Vano intento.
En las circunstancias de la Venezuela desvalijada no existe hoy optimismo que ayude cada mañana a sentirla con ilusión.
Un compañero de profesión suele enviarnos notas hincadas sobre el cotidiano vivir. Leerlas condensa y deseca la saliva.
“Los cortes de luz son permanentes. Subir al Metro es una odisea. Podemos quedar encerrados en los vagones una infinidad de tiempo. Todo anda de mal en peor”.
Menciona los precios galopando desesperadamente hacia arriba. El dólar persigue su carrera imparable. Franqueó los 20 mil bolívares. La divisa norteamericana es la que sirve en la actualidad, pero hay que poseerla.
¿Y que sucede con la salud en clínicas y hospitales? El corte de fluido eléctrico deja los quirófanos sin servicio un día si y otro igualmente, mientras los médicos, que tampoco cuentan con las medicinas necesarias, deben afanar en condiciones paupérrimas. No hay guerra oficialmente, es cierto, pero la nación se halla atrapada en un cataclismo total.
Ante tal adversidad inconcebible, los que pueden – si aún tienen fuerzas - salen hacia las fronteras o caminos verdes intentando escapar del pavor, con visa o sin ella, al estar en juego la supervivencia.
La torbellinos infrahumanos en este país de los caribes y cumanagotos, son una emanación de un gobierno populachero - no popular- cuyo régimen, llamado para deshonra bolivariano, no cumple sus obligaciones constitucionales. Toda ponderación y honradez han desaparecido. La lacra de la corrupción a todos los niveles se convirtió en un cáncer putrefacto. Nada funciona medianamente.
Ninguno funcionario del más alto al más bajo nivel parece no hacer uso del sentido común. El Presidente Maduro dejó hace tiempo de gobernar para todos. Cortó la nación en dos tajos irreconciliables: los míos y los de nadie. A su sombra, el resto de los poderes constitucionales se hallan insensibles y opacados. Venezuela se desmembró. A la par, las Fuerzas Armadas han quedado amorfas en medio del total desbarajuste. No se trata de dar un golpe de Estado, que tampoco sería solución ya que habría una matazón, pero sí de hacer valer sus obligaciones a favor de la patria hendida hasta el tuétano.
Alexis de Toqueville, autor de “La democracia en América”, no dice – y no es la primera vez que lo expresamos en estas columnas de cada sábado - que la democracia y el socialismo sólo tienen una cosa en común: la igualdad, pero con una diferencia: “La democracia busca la igualdad en la libertad y el socialismo quiere la igualdad en la privación y en la servidumbre.”
Esas palabras son el auténtico retrato del colectivismo venezolano, en el que unos “iluminados” llamados bolivarianos convirtieron una tierra para querer en un pantano de desechos pútridos.
Hay una solución - quizás la menos dramática - que pudiera en estos instantes de tanto desbarajuste económico y moral ser un efugio: las urnas, aunque antes se necesita disponer de un nuevo Poder Electoral decorosamente autónomo.
Si la nación no sube al furgón de unas elecciones libres y responsables, se habrá perdido el futuro de la República. Aún con sus graves lacras sociales y políticas, serán los votos soberanos la acción más democrática.
Enfrentar una larga época empobrecida que surgió del llamado Socialismo del Siglo XXI, obliga a acrecentar nuevamente los inconmensurables valores que representó la tierra heroica, la misma que ayudó a libertar, con coraje e ideas emancipadoras, a diversos pueblos del continente que hoy miran a Venezuela con amargura.