El pasado lunes un nuevo incidente entre aviones militares rusos y de la OTAN volvió a recordarnos que España está en el Báltico. Un avión militar español caza tipo F-18, al servicio de la OTAN, provocó un episodio de tensión al intentar acercarse al avión donde viajaba el ministro del Defensa ruso, Serguei Shoigu, mientras la aeronave sobrevolaba aguas neutrales del Mar Báltico para trasladarse desde Kaliningrado , territorio ruso aislado del resto de Rusia y rodeado por las fronteras de Lituania y Polonia, a Rusia. Un caza ruso Su-27 obligó al español a alejarse del avión que transportaba a Shoigu y desde el que se grabó el incidente.
¿Qué hace un caza español en el Báltico? El F-18 protagonista del tenso encuentro es uno de los cinco aviones de combate españoles desplegados en Lituania (en la base de Siauliau, del 2 de mayo al 31 de agosto), como parte de un curioso acuerdo entre la OTAN y tres países bálticos -Estonia, Letonia y Lituania- bálticos para proteger sus espacios aéreos de aeronaves intrusas. El plan incluye una respuesta en 15 minutos, 24 horas al día, 365 días al año. España lleva participando en este despliegue militar desde hace cinco años (cuatro meses anualmente).
El destacamento militar español en Lituania lo integran 140 personas, de ellas 94 provienen del Ala 12 con base en Torrejón de Ardoz, y el resto de distintas unidades, como el Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo (EADA), la Unidad Médica Aérea de Apoyo al Despliegue (UMAAD) de Zaragoza, el Grupo Móvil de Control Aéreo (GRUMOCA), el Centro de Informática de Gestión (CIGES) y la Dirección de Asuntos Económicos (DAE).
El ministro ruso Shoigu ha advertido sobre los “riesgos” del aumento de los vuelos de aviones de la OTAN cerca de las fronteras rusas y del peligro de “provocaciones e incidentes militares”. Tras lo sucedido, la OTAN ha declarado que los cazas fueron enviados para identificar el avión que volaba cerca de lo que califican de “espacio aéreo aliado”, en realidad de Estonia, Letonia y Lituania.
El ministerio de Defensa español se ha limitado a señalar que por ser una misión de la OTAN remiten a la Alianza para cualquier información, aunque también aseguran que habitualmente siguen con atención toda la actividad de los aviones españoles que operan militarmente en el Báltico bajo el mandato de la OTAN.
Un peligro bajo un código de silencio
El ‘Código Rojo’ es un código de silencio. No es algo palpable, no está escrito en ningún libro ni reglamento militar, pero es de común conocimiento que no solo se sigue aplicando en la vida militar norteamericana sino también en otros campos de la vida política, dentro y fuera de Estados Unidos.
En España las continuadas decisiones estratégicas y de enormes consecuencias en el terreno militar, así como también en los terrenos económico y político, llevan pasando, curiosamente, casi desapercibidas, tanto por las principales fuerzas políticas, PSOE, PP, Ciudadanos y también Podemos, como por los grandes medios de comunicación. No se puede entender si no es porque todos ellos aplican un “código rojo”, de silencio o de bajo perfil ante esta problemática clave para nuestra seguridad nacional.
La realidad es que por encima de sus diferencias actúan de manera igual, aceptando como un marco “ineludible” los límites o “líneas rojas” que no pueden cuestionarse: la mayor participación de España en la estructura militar norteamericana a través de la OTAN, el consiguiente salto en los gastos militares y el papel que juegan las bases militares americanas en nuestro país.
Zapatero acabó su mandato autorizando la instalación del escudo antimisiles estadounidense en Rota. Una de las primeras cosas que hizo Mariano Rajoy al llegar al gobierno en 2012 fue concretar los nuevos objetivos de la OTAN en la Directiva de Defensa Nacional. Con Cospedal al frente del ministerio de Defensa se dio un paso más. Y Pedro Sánchez, hasta ahora, se ha sumado a la “hoja de ruta” exigida desde el Pentágono y el Cuartel General de la OTAN, y todo ello sin que se haya abierto un debate nacional sobre un tema de vital importancia para la vida y la seguridad de los españoles. Porque hay un código de silencio, un “código rojo” que funciona peligrosamente.