De todas las intervenciones de los líderes de los diferentes partidos políticos en el debate de investidura, para la elección de Presidente de Gobierno, sin duda alguna: la peor, fue la protagonizada por Albert Rivera de Ciudadanos. Esta formación, que pretendía erigirse en el principal partido de la oposición, ha perdido el norte político bajo la dirección de un Albert Rivera sin talla ni categoría para desarrollar un programa de Estado. Cada una de sus últimas intervenciones así lo confirman, y no es por casualidad la desilusión que está provocando en sus propias filas y las continuas deserciones de personajes importantes que en un principio confiaron en el proyecto iniciado en Cataluña.
Y si Albert Rivera está demostrando su poco peso como hombre de Estado, sus más allegados: el secretario general,   José Manuel Villegas; y la portavoz de la ejecutiva y secretaria de formación, Inés Arrimadas, no se quedan a la zaga en su incompetencia.
 Albert Rivera está consiguiendo con sus desaciertos convertir a Ciudadanos en una banda, una banda mediocre. Una banda que, tal vez, con un poco de reciclaje solo sirva para arropar los conciertos veraniegos de Malú.
España necesita buenos políticos; pero no necesita bandas ni bandidos. En nuestra historia reciente ya tuvimos demasiados.