Una Cataluña gibraltareña, el sueño negro del procés

Hace unos días se ha publicado un artículo en el digital “elconfidencial.com”, firmado por el periodista José María Olmo, con el título “Artur Mas pidió a la OTAN su apoyo al 9-N y le ofreció una subsede en Cataluña” y añadiendo “Un ‘lobby’ a sueldo de la Generalitat se reunió con altos cargos de la mayor alianza militar del mundo para buscar su respaldo al primer referéndum independentista de 2014”. El tal ‘lobby’ se llama Independent Diplomat, que muestra en su web como éxitos de sus actividades la independencia de Somalilandia -respecto a Somalia-, y la de Sudán del Sur -respecto a Sudán-.  

Lo significativo de la información es que el ‘lobby’ fue contratado por la Generalitat entre 2013 y 2015, sin embargo, en marzo de 2016 todavía se seguía exigiendo en el Parlament, por los grupos políticos en la oposición, que se hiciera público el gasto que suponía la contratación de Independent Diplomat por parte de la Generalitat. La citada información aporta como posible cantidad “1.391.000 euros a través de Diplocat, el ente público encargado de canalizar la acción exterior del secesionismo, y otros 92.843 euros desde la Delegación de la Generalitat en Nueva York”.  

Hay que recordar que en ese periodo la Generalitat –muy adelantada al Gobierno central en los recortes- estaba aplicando a la mayoría de la población catalana los recortes más dolorosos en sanidad, educación, ayudas a la dependencia y otros gastos sociales.   Pero lo más grave es que “el govern de Artur Mas contactó de forma insistente con altos cargos de la OTAN en los meses previos a la consulta del 9-N para que la mayor alianza militar del mundo apoyara una hipotética declaración unilateral de independencia de Cataluña… Incluso ofreció espacio para que el organismo, que tiene sus cuarteles generales en Bruselas, abriera una subsede en suelo catalán”.  

Artur Mas intentó aprovechar la entonces difícil situación internacional, en especial al este de Europa -con la crisis de Ucrania- para ofrecerse y poner la futura Cataluña independiente al servicio de los planes bélicos de la OTAN -es decir, de Washington- , en el periodo más duro de la guerra separatista en Ucrania, y mientras se valoraba la existencia de un serio peligro para la seguridad de Europa.

La extensión en el tiempo de estas actividades de Artur Mas entre 2012 y 2015- demuestran la existencia de un plan largamente organizado.   Pero lo que lo convierte en una constante de la élite del procés es la continuidad en esa política por parte de Puigdemont y Torra, y el resto de dirigentes, que han seguido ofreciéndose al “amigo americano”. Así Ernest Maragall, justo antes de dejar el cargo de conseller de Exteriores de la Generalitat para encabezar la lista de ERC a la alcaldía de Barcelona en las recientes elecciones municipales, visitó Washington con ocasión de la “reinauguración” de la nueva “embajada catalana” en Estados Unidos. Y se entrevistó con influyentes representantes políticos.  

El “amigo americano” son sectores en las élites estadounidenses que como mínimo arropan a quienes atacan la unidad en España. Sectores vinculados a la administración Trump, que, por ejemplo, defienden la autodeterminación de Cataluña, apoyan siempre a Gibraltar y respaldan las ambiciones expansionistas de Marruecos en el Sahara Occidental. Sectores que impulsan y apoyan la disgregación de los países subordinados como arma de dominio, como hicieron en Kosovo, para convertir al país, ya segregado, en una inmensa base norteamericana; e igual con Irán en 2002 apoyando movimientos separatistas como vía de intervención en el país.  

Aunque, de momento, no parezca que esos sectores quieran fracturar España, sí les interesa que Cataluña continúe siendo una herida abierta que debilite política y diplomáticamente a España, para obligarla a aceptar de manera más “flexible” las exigencias norteamericanas, económicas y militares, cada vez más draconianas.  

A veces lo político y lo psicológico en un individuo, o grupo de individuos, coinciden hasta convertirse en una identidad anómala. Así sucede en el caso de Artur Mas, Puigdemont, Torra y el resto de la élite del procés. Sus contumaces esfuerzos para hacer de la Cataluña “independiente” una colonia de la OTAN -es decir, de EEUU- son su sueño negro más recalcitrante.



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