Abedules en Chernóbil
Rafael del Naranco
Al principio de los tiempos fue el átomo, la creación del Cosmos formado entre soplos llameantes de energía, calderas incandescentes, supernovas e inmensos enjambres de millones de galaxias, y gracias a ese aliento, a la fusión de hidrógeno, uranio y plutonio, nosotros existimos.
Al decir del poema de William Blake, tan memorizado en Jorge Luís Borges, Dios, que hizo el cordero, creó también el tigre que lo devora. Somos polvo de estrellas, y estamos aquí, sobre el planeta, gracias a la energía atómica.
La humanidad está erigida de partículas atómicas, y esa energía no es compasiva ni maléfica: simplemente es el ingrediente del que está colmado el Universo.
Si actualmente llegara a suceder lo ocurrido en Chernóbil en cualquier lugar del planeta, se padecería las mismas consecuencias que aún siguen presentes la Europa oriental.
El recientemente fallecido Stephen Hawking, uno de los más admirados físicos teóricos, expresó, en su último trabajo centrado en las grandes preguntas del Universo, que el peligro nuclear sigue siendo la mayor amenaza para la humanidad al existir suficiente energía atómica, “para destruir a todos los habitantes del planeta”.
Con motivo de una serie en televisión dedicada a Chernóbil - cuya base es el texto “Voces de Chernóbil”, de la Nobel bielorrusa, Svetlana Alexievich-, el tema volvió a resurgió en los medios de comunicación y organizaciones contrarias a esa energía, mientras en Rusia, responsable de ese holocausto, se llena de irritación.
Las consecuencias de aquel error: aumento de enfermedades en la sangre, sistema nervioso, órganos digestivos y respiratorios, siguen siendo una secuela que parece no tener final.
Lo de Chernóbil es una falla humana a consecuencia de la falta de insumos técnicos para tener controlado al monstruo.
Svetlana Alexievich, que la pasada semana ha sido entrevista por Pilar Bonet, corresponsal en Rusia del diario “El País”, le dijo en su dacha de la ciudad de Minsk, algo marcado entre la poesía y el dolor angustioso de la tragedia desgarrada:
“Todo parece igual – las manzanas, los pepinos -, pero sobre ellos planea ya la sombra de la muerte”.
Hay abedules creciendo en la contaminada Chernóbil, y eso es el arcano de la vida cuya fuerza reverdece en cada instante sobre la propia destrucción.