Un buen amigo me envió días atrás la lista de Podemos al Congreso en la que figura como candidato pidiéndome el voto con una frase lapidaria: «Espero que no tengas dudes».
Esta situación me plantea una nada irrelevante pregunta: ¿qué debe ser primero, la amistad o la responsabilidad, la amistad o la convicción, la amistad o el interés público?
Dice la máxima que las verdaderas amistades no son perturbadas ni por el diablo. Discrepo: en casos como este, sí. En estas elecciones se trata de elegir entre el bien y el mal, entre Dios y el diablo, entre España y la anti-España, y mi sentido del deber me obliga a optar por el bien, por Dios y por España.
Nunca votaré a Podemos porque repruebo la demagogia de su líder, su falsedad, su mentira, su doble vara de medir, el carácter desestabilizador e inconstitucional de sus medidas.
Lo mismo me ocurre con el PSOE de Sánchez. Sencillamente, no soporto a este sujeto irreflexivo que juega con el interés público, con el dinero de todos, con la estabilidad social, política y económica, para conseguir su objetivo de continuar en La Moncloa al precio que sea. Tengo dicho en casa que, si me ven dudar a la hora de votar entre los buenos y los malos, pidan cita a mi querido amigo y neurólogo Carlos Hernández Lahoz, para que me aplique el tratamiento que proceda.
Y para saber quiénes son los malos y los buenos, los demócratas y los antisistema, los que respetan el estado de derecho y los que lo pisotean, solo hace falta visionar los mítines y comprobar que los buenos son recibidos con broncas y los malos, con alfombra roja. Por algo será.
De poco vale la frase utilizada por el PSOE en sus carteles electorales sobre el rostro gigante de Sánchez. Las locuciones con doble sentido son peligrosas y dan pie a interpretaciones diversas: «Todos tenemos un papel en la vida». Cierto, así es, pero ello puede suscitar que digan: «Y tú… debes de ser el higiénico».
Este tipo de combinaciones semánticas motivan todo tipo de glosas, como la que titula este artículo, que, por cierto, responde a la más estricta realidad. Porque el, esperemos, efímero paso de Sánchez por la Presidencia del Gobierno es para olvidar. Sin embargo, algunos ciudadanos tienen memoria de pez. Por eso es una obligación democrática recordar algunas de sus más significadas actuaciones.
Sánchez es un insensato al que no le dolieron prendas para pactar con nacionalistas, separatistas y etarras, y seguirá haciéndolo si con ello tiene posibilidades de seguir gobernando.
Siendo política, ética y moralmente reprobables estos pactos, lo es aún más que a cambio de ellos conceda dádivas y privilegios a diestro y siniestro. No olvidemos que no tuvo reparos en transferir a Cataluña la competencia sobre las cárceles para propiciar así el lamentable espectáculo de comprobar cómo Oriol Pujol, condenado a dos años y medio de cárcel, campa a sus anchas por la calle a los cincuenta y cinco días de ingresar en prisión. Lo mismo va a ocurrir en el País Vasco con los etarras.
Tampoco olvidemos que, si llega a ser Presidente del Gobierno, concederá el indulto a los líderes separatistas, negociará con ellos el referéndum y dirá que es «por responsabilidad democrática».
¿Quién puede votar a Sánchez con estos precedentes? Entiendo que lo hagan los apesebrados y los militantes, los que se han dejado engañar por los regalos de última hora que a todos nos saldrán muy caros, pero, al margen de esos vínculos, todos deberían hacer la misma reflexión que yo hice con mi amigo diciéndole a Sánchez: hace muchas pesadillas que no eres mi sueño.