El libro “La hija de la española”

Hemos leído el libro  “La hija de la española” de la periodista venezolana  Karina Sainz Borgo. El mismo es sorprendente, admirable, desgarrado y sólidamente  escrito.  

 Cada una de sus páginas es  el testimonio que  la autora  ha sabido clavar sobre ellas, mientras se aferraba  al  drama humano que está  sobrellevando el país caribeño    en esta acongojante coyuntura

Esas   cuartillas han expandido más información  sobre la situación venezolana que todas las inquisiciones publicadas hasta los momentos en el exterior.

Sus cuartillas combinan el idéntico valor que mostró  la escritora y periodista de  Bielorrusia, Svetlana Aleksiévich, Premio Nobel de Literatura 2015, en su reportaje “Las voces de Chernóbil”, centrado en la explosión que puso al descubierto el lado  trágico de aquel  escape  de residuos  de muerte.

Y sería a la par  recordar las  páginas de Curzio Malaparte en “La Piel” o “Madre marchita”, al  contener ellas las  brutales desdichas soportadas en las calles de Nápoles y sobre los caminos de la  Toscana en la II Guerra Mundial.

¿Hay ficción literaria  en “La hija de la española”? Sin duda. No obstante la narración  es consecuencia de una realidad  brutal  en la zona metropolitana y demás urbes del país,   cuyo pavor constante asume   en cada núcleo familiar  la forma  angustiosa de intentar  sobrevivir, siendo así que la narración no fantasea los funestos hechos  que relata. Los desabriga  y presenta a los lectores en su contexto.

Lo que cuenta posee  fuerza desgarrada al ser cada párrafo un  asombro que el  lector siente y percibe. Un prodigio.

 Añadiendo la experiencia al contexto que llevó camino del exilio a  miles de familias, el libro será la historia verídica de un pueblo que ha caído en total desespero, siendo un deber  presentar esa malaventura para no ser nunca más olvidada. Y eso lo consigue el enaltecido relato de Karina Sainz.

Y uno, a estas alturas de la tragedia, atolondrado ante tanto desquiciamiento mental, se pregunta si no habrá en medio de esta manada de lobeznos maduristas un mínimo de sentido común.

Cada día la muerte descerrajada se muestra más  sanguinaria en Venezuela. Se dispara a bocajarro contra la humanidad de las personas sin miramiento alguno, aún después de haber  entregado al forajido las pertenencias personales. Es como si esos perversos tuvieran en sus entrañas odios perpetuos  y un desprecio  hacia sus semejantes sin parangón en la historia delictiva.

La cuna de Bolívar es  ahora un albañal: las tragedias personales al por mayor en calles, plazas, parques y avenidas, ofrecen una  de los  visiones más deprimentes que ojos humanos puedan percibir. Aún con toda esa  deplorable realidad, lo más amargo es  acostumbrarse a convivir con la inseguridad permanente.

A tal fundamento, que el libro de Karina Sainz Borgo es la crónica  más auténtica de la monstruosa  malaventura que  padecen los venezolanos.

 

 



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