Espero que Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, y su equipo de asesores, no caigan en la trampa de participar en un debate con alguno de los líderes de las tres formaciones de la derecha/derecha ultra liberal española. Y mucho menos tengan la tentación de una confrontación cara a cara con uno de los tres, individualmente, durante la campaña electoral.
En esta ocasión el Partido Socialista Obrero Español debe mantener la sangre fría y no dar ninguna posibilidad a que -con su presencia en un debate falto de argumentos programáticos y cargado del peor populismo nacional- el votante conservador justifique su participación en las urnas y decante su voto a favor de una de las tres opciones por la inercia de una aversión frontal a un partido constitucionalísta de izquierdas. El PSOE tiene que permanecer al margen -cuanto más, mejor le irá- y dejar que VOX, Ciudadanos y el Partido Popular en una lucha fratricida, pongan sus programas sobre la mesa -si son capaces- y movilicen a sus divididos y acérrimos votantes.
Un Pablo Casado, presidente del Partido Popular, que en su ignorancia y falta de respeto habla de "manos manchadas de sangre", y un Albert Rivera, presidente de Ciudadanos, que dice que "es una emergencia nacional" echar a Pedro Sánchez de la Moncloa, están inhabilitados para dirigir un país al que le sobra crispación.
Ambos deben llamar a Santiago Abascal, presidente de VOX, y debatir entre ellos como se van a repartir -si llega el caso- la España reconquistada.
El PSOE a lo suyo, que es otra cosa. Repito: que debatan ellos, lo necesitan.