Según datos conocidos recientemente, se estima que -como mínimo- en España hay dos millones de ancianos que viven solos; una buena parte de ellos además de solos... en la más absoluta soledad.
En la Comunidad en la que vivo, Asturias, -cuya población va decreciendo año tras año y siguiendo la corriente occidental casi generalizada la poca natalidad es un problema que va a más- el número de perros censados (163.600) ya supera en trece mil al número de jóvenes menores de 20 años (150.674).
La sociedad está navegando -unas veces por imposibilidad y otras veces por modismos extravagantes- en un mar de dudas y turbulencias. La preferencia por los animales -que generan menos compromisos- va en detrimento en muchas ocasiones de la atención debida a los ancianos. Y, también en muchas ocasiones, estamos viendo que, entre perros o niños, los animales están conformándose como prioritarios sujetos de derechos.
Dicen que el pulcro diseñador alemán Karl Lagerfeld, fallecido semanas atrás, dejó una parte de su cuantiosa herencia a su gata "Choupette". Defendiendo los derechos y la libertad de cada uno, hay actuaciones tan "así" que, por desgracia, en mentalidades vulnerables pueden llegar a marcar tendencia.
Se echa en falta algo más de sentido común.