Las reivindicaciones del movimiento feminista se han colocado en el centro de la opinión pública, del debate parlamentario, de los editoriales y las tertulias. Han llegado a toda la sociedad. Han sacudido las conciencias y han comenzado a remover cimientos. Han obligado a todas las fuerzas políticas a tomar posición, y a poner a la defensiva a los defensores del patriarcado.
El pasado 2018, la huelga feminista y las movilizaciones en España batieron todos los récords mundiales. Nuestro país, con más de seis millones de personas movilizadas, demostró tener una mayoría social progresista profundamente solidarizada y comprometida con las demandas de las mujeres.
Todo ello fue posible gracias a la lucha de decenas de miles de mujeres organizadas en una enorme variedad de colectivos y plataformas feministas a lo largo de toda España. Este año, como en 2018, no hay ciudad ni pueblo que no haya organizado asambleas o actos de preparación de la huelga feminista, en la que no se prepare una concentración, una pegada de carteles o algún acto reivindicativo. Este 2019 el 8M es ya, de entrada, un rotundo éxito.
De nuevo este año, el movimiento feminista ha convocado una huelga para exigir avances en la conquista de la igualdad, de la exigencia de la equiparación salarial, de la eliminación de la discriminación laboral o de los techos de cristal, de la abolición del machismo, el maltrato y de toda forma de opresión patriarcal, del avance de las ideas de respeto entre géneros y a las distintas identidades y orientaciones sexuales. Todos esos objetivos y exigencias irrenunciables forman parte de la irresistible corriente de la Historia de la humanidad, y ninguna ofensiva reaccionaria y machista va a poder detenerlas. ¡Ni un paso atrás en las conquistas de las mujeres!
Este año, como el anterior, pararán cientos de miles de trabajadoras, de profesionales, de estudiantes, de cuidadoras, de consumidoras, de pequeñas empresarias y de autónomas. En los tajos, en las grandes empresas o en el pequeño comercio, en las universidades o en los centros de enseñanza media… serán las protagonistas de su propia emancipación.
No basta con el imprescindible combate al machismo y la ideología del patriarcado. Es preciso actuar en la base material de la desigualdad: la brecha salarial hombre-mujer, la dependencia económica respecto del cónyuge o la relación de propiedad en cuanto a la visión dominante de las parejas. Ahí están las raíces profundas de las cadenas que la mujer debe romper.
Sobre la base de estas desigualdades materiales se levanta todo un sistema de relaciones opresivas e injustas que tienen su manifestación más cruel y dolorosa en el maltrato y la violencia machista.
Es imperativo poner la lucha por la igualdad -y muy especialmente el combate a la lacra de la violencia machista- como cuestión de Estado, destinando todos los recursos necesarios a lograr la plena igualdad y a erradicarla, en todas sus formas, de la sociedad.
Por ello, es necesaria una batería de medidas: una ley de igualdad salarial entre hombres y mujeres -a igual trabajo, igual salario, inspirándose en la ley portuguesa, que concede dos años a las empresas para atajar la discriminación salarial y nivelar las diferencias-; medidas contundentes contra la violencia machista, aplicando y ampliando lo dispuesto en la Ley de Protección Integral contra la violencia de género; tolerancia cero contra el maltrato por parte de órganos judiciales y policiales; protección especial a las víctimas -cuidado psicológico, asesoramiento y acompañamiento legal, protección en el terreno social y laboral- y seguimiento estricto de maltratadores; educación en la igualdad, de carácter obligatorio en el sistema educativo, con énfasis en la educación sexual y emocional, inculcando la igualdad en la diversidad y el combate a valores y prácticas machistas, el respeto entre géneros y a las distintas orientaciones sexuales.
Eduardo Madroñal Pedraza