Quizás cuando estoy escribiendo estas letras ya estén los mineros bajando en la cesta metálica en busca de Julen, en Totalén (Málaga). Durante la mañana no han parado de llegarme mensajes de súplicas a la Santina y cuando iba en mi coche y empezaba a articular un “avemaría”, el subconsciente me jugo una mala pasada y sin saber por qué, inconscientemente, mis primeras palabras fueron “Dios te salve minera”, y es que un día como hoy, la Virgen es minera y a Ella acudimos en busca de protección, de auxilio, de esperanza.
Nunca me ha gustado que se mitifique la mina – y eso que soy de familia minera-, que se viese al minero como es un ser especial, diferente a los demás, de otra pasta, aun reconociendo que el auge y progreso de Asturias se debe a la minería y la mejor evidencia es que la línea ferroviaria Laviana-Gijón, construida con la finalidad de facilitar el traslado del oro negro al Musel fue el cuarto ferrocarril de España y el primero de carácter industrial, inaugurado por la reina Cristina de Borbón un 25 de agosto de 1852; desde 1842 ya funcionaba la carretera Carbonera . Siempre tuve claro que a Asturias la levantan todos los que trabajan honradamente desde sus diferentes puestos de responsabilidad o trabajo y buscan un futuro mejor para las generaciones venideras; algo que ha preocupado especialmente al minero que siempre ha hecho esfuerzos extraordinarios para que sus hijos estudiasen y se adaptasen mejor a los nuevos tiempos, basta recordar la escuela subvencionada de Traspando (Siero), pagada por los propios mineros con ayudas del Ayuntamiento, en los años veinte del siglo pasado, o a la Academia de Solvaya en Lieres, con figuras inolvidables como don Avelino y don Paco.
Que el trabajo es penoso, duro, arriesgado dan cuenta de ello las muchas lápidas de los cementerios asturianos y las numerosas placas que están en el pozo Samuño en su recuerdo, sin hablar de las enfermedades profesionales(silicosis…) que genera . Este tipo de trabajo ha conformado un carácter, una forma de ser donde la palabra generosidad, entrega, nobleza tienen su emblema y esto se percibe apenas entra uno en tierra minera, donde el compañero es compañero, la amistad, amistad, y es que como se suele decir, hoy estamos aquí, mañana, quién sabe dónde. Ese sentido de la fugacidad de la vida les ha calado hondo y les ha ayudado a priorizar, a proteger lo importante, especialmente su conciencia.
Hoy día, la familia minera , identificada en su ejemplar Brigada de Salvamento de Hunosa, ha enseñado nuevamente sus credenciales, sus valores, en una época en que se cuestionan y desprecian, y ante la alarma inesperada surgida en Totalén(Málaga) han mostrado cómo son y qué son, y allí están en busca de Julen .
¡Ojalá nunca tuviera que escribir estas letras y Julen estuviera con sus padres!, pero ante hechos tozudos uno no puede cerrar los ojos. A la familia minera ni hoy ni antes le arredra el miedo, ni el peligro, ni las nocturnas llamadas de teléfono, ni las tensas esperas, sólo aspiran a compartir una esperanza y hacerla realidad cuanto antes.
Esta es la imagen actual de la minería, la del colectivo que comparte penas y alegrías, que ayuda, arriesga e incluso pone la vida en juego si con ello se mitiga el dolor, se esboza una sonrisa o se alienta una esperanza por mínima que sea. ¿Habrá mayor generosidad y humanidad que arriesgar la vida por los demás? Hoy cuando las minas ya son museos queda ante nosotros la imagen ejemplar de unos hombres que dignifican una profesión, una región, una tierra, la nuestra, la de Asturias, la de todos nosotros, y que nos retrata con virtudes y defectos, pues nunca hemos tenido la soberbia de considerarnos perfectos.
Hace tiempo que no pronunció el “Puxa Asturias”, utilizado vanamente en muchas ocasiones como rutina, folclore o mera inercia política, sin los verdaderos sentimientos de entrega y compromiso que tales palabras exigen- hemos estado aletargados o nos han aletargado durante mucho tiempo- pero, hoy, cuando hablan los hechos más que las palabras, quiero decir bien alto PUXA ASTURIAS. ¡Que todo salga bien!¡Que la Santina os proteja!