Ya la llaman la convención de la reunificación. Pero, no porque en ella se haya pretendido reunificar a la dividida derecha española: Partido Popular, Ciudadanos y Vox; sino porque volvió al redil que había abandonado -se reunificó una vez que el rebaño cambió de pastor- el único, el imprescindible, el que más sabe, el salvador, el Dios hecho hombre: José María Aznar.
Ayer, durante la convención del Partido Popular, como un milagro, volvió a arder la zarza, y de sus llamas salió la voz de Aznar para decir a Pablo Casado que tuviese a bien recoger las tablas que contienen sus mandamientos y un legado histórico inigualable en la democracia española. El legado, el suyo, de quien supo gobernar de tal forma -con tanta limpieza, con tanto amor por todos los españoles, tan lejos de la corrupción al uso- que ¡qué menos! puede auto proclamarse el epicentro ejemplar de todo el firmamento político.
José María Aznar, después de un paso por el purgatorio en la época de la presidencia del ahora denostado Mariano Rajoy, ha vuelto en este congreso nacional del Partido Popular a la casa común del medio centro derecha/derecha liberal/liberal, y ha vuelto con las tablas de sus mandamientos y la promesa, de Pablo Casado y su equipo, de negar hasta el infinito las cajas B, las financiaciones ilegales y la corrupción generalizada de sus años de mandato.
Son herencias que carga el diablo y que aceptan los que están dispuestos a seguir engañando a los ciudadanos viviendo de la política.