A mediados de diciembre se habría alcanzado un acuerdo de tregua centrado en el puerto y la ciudad de Hodeida, situada a orillas del Mar Rojo. La ciudad de Hodeida tiene una situación estratégica para todo el país dado que su puerto es utilizado como entrada para el 70% de los alimentos, combustible y medicinas que llegan a Yemen. Se halla en manos de los rebeldes hutíes desde principios de 2015, y sufre constantes ataques y bombardeos por parte de las tropas yemeníes comandadas por la coalición árabe creada por Arabia Saudí con los Emiratos Árabes Unidos (EAU).
Sin embargo, un dificultad seria para que la tregua realmente se pueda llevar adelante es que conlleva el despliegue de fuerzas neutrales, tanto en el puerto como en la ciudad, y la declaración de un alto el fuego en toda la provincia, según informó el propio Antonio Guterres, secretario general de la ONU al finalizar las conversaciones mantenidas por los dos bandos yemeníes, después del fracaso de las realizadas en verano de 2016. La retirada acordada de los combatientes supone un despliegue de efectivos de la ONU, lo que no es una tarea ni fácil ni rápida. De hecho, desde entonces se han conocido incidentes armados y bombardeos de drones en la zona.
Cuando en Yemen se desarrolla una guerra salvaje en la que, por ejemplo, hace dos meses el ejército saudí bombardeó premeditadamente en Yemen un autobús escolar, matando a 26 niños. Según el Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, Arabia Saudí es responsable de dos tercios de los civiles muertos en la guerra de Yemen, un total que podría alcanzar las 30.000 víctimas, entre ellas 130 niños… diariamente.
Una guerra que ya ha causado una de las mayores hambrunas, además de muertes y destrucción económica, con la que la clase dominante saudí, en alianza con la de los Emiratos Árabes Unidos, y con el apoyo de EEUU, persigue su expansión como potencia regional, para lo que necesita anexionarse Yemen.
En los últimos años la política de agresión y expansión de Arabia Saudita, buscando tal anexión territorial, ha dado un salto cualitativo. Trata de acceder de manera directa al Océano Índico para lograr sus objetivos de dominación regional en Oriente Medio, en abierta competencia con otra potencia regional, Irán, y por ello, ha lanzado su guerra de invasión de Yemen.
La prensa occidental reduce la guerra en Yemen a enfrentamientos religiosos entre hutíes y sunitas. Poco se dice de la lucha entre dos potencias regionales en Oriente Medio, Arabia Saudita, azuzando a los sunitas contra los hutíes, apoyados por Irán. Nada de la superpotencia estadounidense, fortaleciendo militarmente a Arabia Saudita contra Irán, que se mantiene independiente frente al hegemonismo.
Yemen, por su posición estratégica, al sur de la península arábiga, para la comunicación marítima -domina el estratégico Estrecho de Mandeb que comunica el Índico con el Mar Rojo, y por tanto la ruta marítima entre el Mediterráneo y Asia-, ha sufrido históricamente la ocupación colonial inglesa, la posterior intervención hegemonista de EEUU -y durante algún tiempo, de la URSS-, y la agresión de la clase dominante saudí.
En contra de ello, el pueblo yemení, a lo largo de la historia, se ha levantado y ha luchado de manera constante. No porque sea considerada la antigua y rica tierra de la reina de Saba, sino porque la República Democrática Popular de Yemen, fue, en 1967, el primer país socialista en el mundo árabe, ocupando la parte sur del territorio. Y aprovechando el momento político a nivel mundial, con la reciente implosión de la URSS, el pueblo yemení consiguió en 1990 la ansiada reunificación de la parte norte y la sur, proclamándose la República Unificada de Yemen, la primera democracia parlamentaria multipartidista de la Península Arábiga.