Cuentan los historiadores que con la conquista de Granada por los Reyes Católicos se cerraban ocho siglos de verdadera cruzada y epopeya. Ahora podemos afirmar que, con los resultados de las elecciones andaluzas, se inicia una reconquista por el sur para derrotar a un gobierno que durante treinta y seis años estuvo sustentado por el partido más corrupto de la historia de España, que ha llevado a Andalucía a un nivel de pobreza, de desaliento, de resignación sin parangón en Europa, un partido que en el ámbito nacional está poniendo en riesgo la unidad de España pactando con los separatistas y alentando con gestos, con palabras y con dinero su loca carrera secesionista.
Susanita se ha quedado sin juguete.
Ha triunfado la derecha, la de toda la vida y la que podríamos llamar populista, nunca extremista.
Y rechazo de plano el calificativo de «extremista», salvo que también se aplique a Podemos, Bildu y a todos los partidos nacionalistas que quieren romper España, por más que la indigna e impresentable Ministra de Justicia lo niegue. Quien lea el programa electoral de Vox comprobará que el setenta por ciento de sus propuestas para nada se diferencian de las del PP y Ciudadanos, y serían asumidas sin esfuerzo alguno por la mayor parte de los ciudadanos sensatos y de buena fe, incluida su política migratoria, porque ¿quién puede rechazar que se establezca orden en el fenómeno migratorio? No seamos fariseos. La mayor parte de los delitos están protagonizados por emigrantes europeos, africanos y sudamericanos. Y que no pongan el grito en el cielo los políticos que, refugiados en sus escaños y, en ocasiones, con su domicilio protegido por la Policía Nacional, están a resguardo de los problemas de la calle. Las estadísticas de la policía no mienten.
Téngase en cuenta que el hartazgo de la población que más sufre los problemas de la emigración es total, y de ello da fe el hecho de que el pueblo de El Ejido, que alberga el mayor número de emigrantes por kilómetro cuadrado de Europa, votó mayoritariamente a favor de Vox. Alguna consecuencia habrá que obtener de este hecho, ¿o es que la mayor parte de los habitantes de esta localidad son xenófobos?
En todo caso, es esta una ocasión histórica para apartar del poder a lo que más se parecía a una dictadura democrática que hacía dudar de que el lema «un hombre, un voto» siguiera teniendo sentido.
Confiemos en que el empecinamiento de Ciudadanos no lleve al traste esta aspiración de la mayor parte de los andaluces y de los españoles que esperan que el fenómeno se extienda al resto del territorio nacional para poner fin así al gobierno del insensato Sánchez, quien, con su afán por conservar el poder a ultranza, está poniendo en riesgo la convivencia, la economía y la unidad territorial.
Debe gobernar el PP, que es el que más votos obtuvo, y Ciudadanos debe conformarse con la Vicepresidencia e incluso con la Presidencia del Parlamento. Todo menos tontear con este asunto tan vital para todos. Nadie entendería que no se pusieran de acuerdo los partidos de derechas para desalojar del poder a un «régimen» destructivo para los andaluces. Ciudadanos se juega la supervivencia.
Por cierto, estas elecciones han demostrado la poca fiabilidad, cuando no manipulación culinaria, de las encuestas del CIS, cuya actividad, como dicen algunos comentaristas, raya la malversación de fondos públicos.
Algo está cambiando en España. Lo siguiente debe ser desalojar de la Moncloa a este sujeto que vende su alma al diablo con tal de seguir haciendo turismo con cargo al presupuesto público.
Sin ánimo de ofender: «A cada cerdo le llega su San Martín».