Que hasta el momento el Ártico se haya mantenido al margen de las convulsiones geopolíticas en el mundo puede dar una imagen engañosa. Por ejemplo, Rusia ahora ocupa instalaciones militares soviéticas que quedaron abandonadas con el colapso de la URSS. Y, por supuesto, EE UU desarrolla una nueva estrategia de intervención.
El Ártico se extiende a lo largo y lo ancho de 30 millones de kilómetros cuadrados, incluye 24 zonas horarias y tiene una población aproximada de 4 millones de personas, con más de 30 pueblos nativos y unos 10 idiomas distintos, ubicada en el norte del globo terráqueo, colinda con cinco países (Rusia, EEUU, Canadá, Noruega y Dinamarca).
Durante la guerra fría el Ártico parecía simplemente un mar congelado, sólo calentado por las fricciones de ser la frontera más cercana que compartían las dos superpotencias del momento, Estados Unidos y la Unión Soviética, que se disputaban el dominio del mundo, por lo que sólo se pensaba en términos de militarización.
Con la implosión de la URSS en 1989 se abrió paso la cooperación pacífica en la zona y a la creación del Consejo Ártico en 1991. Pero en 2007, al hecho del deshielo se sumó la llegada al poder de Putin en Rusia, y el Ártico empezó a adquirir una importancia geopolítica.
De hecho, en la actualidad se le podría considerar un pivote geopolítico del siglo XXI, derivado de su situación geográfica y potencial económico. Porque el Ártico no es sólo hielo sino también una zona rica en recursos naturales. Extrapolando al resto del área ártica las perspectivas en territorio ruso, hablaríamos de aproximadamente el 25% de las reservas no descubiertas de petróleo y gas del mundo, y en cuanto a materias primas podrían elevarse al 40% de oro, el 47% de platino, el 100% de diamantes, el 100% de vermiculita (silicatos de hierro o magnesio), el 50% de carbón, níquel, tungsteno, mercurio y apatita. Actualmente Rusia tiene más de 200 depósitos de gas y petróleo en los mares de Barents, Pechora y Kara, que representan el 77% de los recursos de hidrocarburos de Rusia.
Es decir, sólo las reservas petroleras del Ártico son más que suficientes para atraer a las grandes potencias. EEUU, tras el anuncio de Trump de la retirada del acuerdo del clima de en 2015, ha abierto la puerta al fracking en las orillas de Alaska. El porcentaje de posible apropiación de esos recursos naturales en el Ártico sería de un 52% por Rusia, EEUU 20%, Noruega 12%, Dinamarca 11% y Canadá 5%. La carrera, de estos 5 países colindantes con el Ártico, por los recursos naturales ya está iniciada y se presenta como posible escenario de conflictos armados, dada además la carencia de jurisdicción alguna.
Por ello, los países colindantes tratan de extender su plataforma continental más allá de la que actualmente poseen. Los 5 países se enfrentan jurídicamente por los recursos naturales en el mar ártico, buscando pruebas geológicas suficientes para demostrar que su plataforma continental se extiende más de las 200 millas náuticas que delimita su territorio marítimo, es decir, tratan de aumentar su trozo de mar.
No hay mal que por bien no venga
El Ártico no solamente es atractivo como área de recursos naturales. Debido al calentamiento global, la ruta del Mar del Norte será penetrable en el futuro durante todo el año. Es el camino más corto desde China, Japón y otras grandes economías asiáticas hacia Europa. El Ártico es un objetivo estratégico de primer nivel.
China, Japón, Corea del Sur y Singapur están muy interesadas en la región desde el punto de vista del transporte. Se ahorran 15 días desde Dalian (China) hasta Rotterdam (Holanda), utilizando la Ruta del Norte que atraviesa el Estrecho de Bering y recorre la costa norte de Rusia, y no la ruta tradicional por el Canal del Suez. El segundo trayecto marítimo del Ártico es el del norte de Canadá que podría remplazar a la ruta del Canal de Panamá.
Además de los beneficios económicos y de ahorro de tiempo, incluso existen ventajas en términos de seguridad si se viaja por aguas árticas, dado que por el Canal de Suez los barcos pasan previamente por el Cuerno de África, donde los piratas somalíes atacan a los cargueros, lo que ha convertido la zona en la más insegura del sistema de navegación internacional.
Por otra parte, hay necesidad de los rompehielos porque, incluso con el cambio climático, la capa de hielo no se vuelve totalmente líquida, a lo que se añadirá la aparición de más icebergs. Rusia cuenta con la mayor flota de rompehielos del mundo. La componen seis rompehielos nucleares, 20 de propulsión diésel-eléctrica y 40 de clase hielo. No tiene parangón y es el principal motivo por el que Rusia controla el Ártico. De hecho podría enviar tropas y aprovisionarse en cualquier punto del Ártico en cualquier momento del año, sea verano o el terrible invierno polar. Además, Rusia es el único país del mundo que dispone de rompehielos nucleares. Gracias a la propulsión de sus motores, pueden romper capas de hielo de hasta dos metros y desplazar, de media, 23.000 toneladas.
Rusia en busca de beneficios y control
Rusia, de hecho, aprovecha su presencia anterior para expandirse en el Ártico. Lo hace con fuertes inversiones, construyendo una nueva generación de rompehielos portamisiles y abriendo nuevas bases. Una actuación, que, además de poseer un carácter militar, responde especialmente a intereses económicos. A lo que se añade la realidad de que cerca de dos millones de ciudadanos rusos viven en la zona del Círculo Polar Ártico.
Rusia se ha propuesto disponer de un número significativo de instalaciones militares en el Ártico antes de que finalice 2017. En la actualidad tiene ya seis bases militares que funcionan como aeródromos, puntos de aprovisionamiento y cuarteles para las tropas acantonadas en el Ártico, que de media suman 5.000 soldados de forma continua. Así como armamento para ambientes polares, como sistemas antiaéreos con aislamiento térmico, helicópteros que operan hasta temperaturas de -40º, y cascos protectores y pantalones para protegerse de tormentas árticas, de gran resistencia pero livianos, para los soldados.
EEUU no se queda a la zaga
EEUU, con la nueva Administración encabezada por Donald Trump, ha iniciado una nueva estrategia respecto al Ártico en búsqueda del beneficio económico y el mantenimiento del control geoestratégico en la zona.
Con toda claridad el secretario de Defensa de EEUU, James Mattis ha definido al Ártico como “un territorio estratégico clave” y ha declarado que “Rusia está dando pasos agresivos para incrementar su presencia. Daré prioridad al desarrollo de una estrategia integrada para el Ártico”.
Lo primero ha sido acabar con la prohibición a la exploración y explotación petrolífera en el Ártico, que estableció la Administración Obama. Trump, junto con el abandono de la cumbre del cambio climático, ha ensalzado su nueva política para aplicar, de momento, en Alaska que traerá “miles y miles de puestos de trabajo y miles de millones de dólares", añadiendo que el objetivo estratégico de EEUU no era sólo la “independencia energética” sino la “dominación energética global”. Para que EEUU pueda ya exportar energía en 2020.
Y no debemos olvidar que para la superpotencia norteamericana, cualquier avance económico siempre va acompañado de expansión militar, cual condición sine qua non.