Intuyo – y solamente es una opinión de alguien que ha pasado más de media vida fuera de España - que nuestra heredad celtíbera formado al socaire de diversos pueblos, sigue siendo individualista, y al tal motivo, unas simples elecciones regionales - las celebradas el domingo día 2 en Andalucía - han creado un tsunami político que a su vez va dejando consecuencias aún no vaticinadas en su conjunto.
La formación política cuadrada con el nombre de Vox y basada en doctrinas ultraderechistas, tras haber obtenido de forma sorpresiva 12 escaños en el parlamento andaluz y un senador en Madrid, ha creado tirrias a granel y fuertes manifestaciones en su contra, cuando en realidad lo que ha hecho es presentarse a los sufragios bajo los parámetros de la Constitución, la misma Carta Magna que las fuerzas de izquierda quieren cambiar como fuera una camisa de quita y pon sin analizar antes en profundad las permutas que se requieren.
El escribidor de estos trazos, escueto observador del acontecer peninsular, y al no entender la marimorena política que cada día se va fraguando en esta heredad de nuestra nacencia, se halla perplejo o no entiende en demasía lo que está acaeciendo. En ese sentido sería necesario releer a Marino José de Larra, seguir sus admoniciones, y regresar al actual cortijo algo más tarde, es decir, mañana mismo.
En una situación análoga – aún no tan exaltada, aunque pudiera retornar -, nos viene bien recordar el artículo de Ortega y Gasset ante el desmadre formado en 1931 del pasado siglo con la proclamación de la II República y el caos que circundó entonces la enaltecida nación.
En esa fecha el desbarajuste que imperaba por doquier – y que nadie presagiara - era mayúsculo. Sobraría con repasar los comentarios basados en aquel advenimiento político descritos por el catalán Josep Pla, y la memorable opinión del autor de “La rebelón de las masas”, que tras publicar su notorio párrafo en las páginas de “Crisol”, le llevó a expresar, entre la ilusión y el desengaño: “¡No es esto, no es esto!”.
Y lo que hoy acontece en España tras el insurgir el partido Vox, tampoco parece ser disparejo, pero conviene no olvidar que el revolotear de unas alas de mariposa en Japón puede levantar un tsunami en las costas de California.
Analicemos de pasada:
Tras el triunfo inesperado - las encuestas le daban un máximo de 3 parlamentarios en Andalucía y logró 12 - el partido de inclinación fascista se ha convertido en la llave de la gobernabilidad en la comunidad, desencajando los vaticinios de todo sesudo análisis y el juego de los intereses creados.
El pasado lunes día 3, en las calles de Sevilla primero y seguidamente en Córdoba, Granada y Barcelona, cientos de personas – en su mayoría jóvenes - se manifestaron contra la llegada de la nueva organización al parlamento andaluz, azuzados al socaire de Pablo Iglesias, líder de la ultraizquierda nacional y pezuña de la organización autónoma y federal en la comunidad andaluza.
Vox - guste o no, dependiendo del idealismo político de cada votante - ganó su docena de diputados al parlamento en las urnas, y debido a ello, es fruto de una voluntad democrática.
Ante ese desbarajuste cabe recordar, cuando se trata de respeto a las reglas, que en la fecha en que Podemos llegó al congreso de España a razón de la gran mayoría de votos que obtuvo, los denominados partidos aparcados en la derecha, respetaron ese sufragio y no hubo ni una sola manifestación en contra.
Es aceptable - y parece hasta lelo decirlo - que si a un votante no le cautiva una alineación política pueda enfrentarla siempre que respete las ideas de su contrincante.
Recordamos, como acaba de exponer el poeta catalán Pere Gimferrer, que el Partido Comunista de España – y es pasmoso - ha quedado evaporizado políticamente, mientras Podemos en realidad no es marxista, “es otra cosa, una izquierda populista”.
En ese circulo han comenzado a hurgarse la ultraderechista Vox y la izquierdista Podemos. En medio, el comienzo de crudos enfrentamientos pisoteando las ideas.