El cambio político en Brasil ha creado una tremebunda desazón en los grupos de centroizquierda del continente, y comenzó a sentirse con más fuerza el pasado mes de junio cuando se celebró en La Habana un anquilosado XXIV Foro de San Paulo, lejos de los chispazos e ideas del primer encuentro celebrado en la gran urbe brasileña en 1990.
En esos 28 años, la política latinoamericana se acrecentó con gobiernos de izquierda cuyo soporte lo mantiene Cuba y le siguen a la zaga Venezuela, Nicaragua y Bolivia. En la espera, López Obrador que tomará el poder en México el 1 de diciembre.
Referente a la reunión en la isla se vislumbro el detrimento que se le viene encima al círculo del colectivismo latinoamericano.
Con la fanfarronada que los marxistas preparan sus saraos propagandísticos y el control que sobre los asistentes se arrogan, se contempló el menoscabo que se fragua dentro del socialismo continental.
Durante esos días en el Palacio de Convenciones, epicentro de los magnos eventos de de la revolución, tras las deliberación y sin entrar en preámbulos, se lanzaron loas a Fidel Castro y demandas de libertad para ex presidente Lula da Silva, preso en Brasil.
Las arengas fueron las consabidas en estos actos propagandísticos de la izquierda sin entrar - ni someramente - a considerar las espinosas situaciones de los gobiernos de Venezuela, Nicaragua y la propia Cuba evidentemente.
Hubo, eso sí, en abundancia, ataques al imperialismo estadounidense y aborrecimientos hacia el enemigo mayor de Americana Latina: Donald Trump. ¿Mea culpas? Ninguna públicamente; no obstante, numerosos delegados no estuvieron conformes con el documento final.
Vale destacar una crónica del periodista Ernesto Herrera en “Rebelión”, revista de la Web que como ella misma se define, marca la pauta de los movimientos de izquierda y extrema izquierda en el mundo.
Herrera señaló: “La Declaración de La Habana no admite matices”, es un canto a la bandera guardando silencio sobre lo que sucede en Nicaragua y Venezuela. Algunos asistentes llaman al texto aprobado y leído “una canallada”.
“En La Habana, el anillo de maridajes burocráticos y de oportunismos políticos, traspasó la línea infranqueable”. Y el corresponsal explica esa desviación del Foro de San Paulo y lo llama “indecente”.
Una pintura al natural nítida del doble rasero del llamado liberalismo fijado con púas de la camaradería habanera.
Y así, a mitad de estas líneas, nos centramos en el ex capitán ultraderechista Jair Messias Bolsonaro, llegado con el deseo de doblegar los vericuetos del Foro y anular en lo posible a la izquierda dentro del panorama político de América Latina y por ende en Brasil.
El ultraderechista, ganador el pasado domingo en la segunda vuelta de las elecciones brasileñas, obtuvo diez puntos más que su rival, Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores, fundado por Lula da Silva, el expresidentes hoy encarcelado por corrupción en la ciudad de Curitiba.
¿Es el ciclo natural de la historia política reciente o la causa de sus errores, la llegada de ese turbión que gobernará un país con más de 200 millones de habitantes?
Las redes sociales y las fake news - noticias falsas -, han creado un camino nuevo de hacer política. El flamante presidente brasileño rechazó los debates públicos con sus contrincantes, se negó a ir a los platos de televisión y se apoyó en sus creencias evangélicas para la ruptura con el sistema eligiendo a varios militares en su equipo; los mensajes agresivos y el pacto con el poder evangélico son algunas de las claves de su victoria.
Bolsonaro ha demostrado con resultados despejados el valor testifical indiscutible de las redes sociales en su campaña. No hizo acciones públicas, no visitó televisoras, no reunió apabullantes concentraciones de masas humanas. Creo una estrategia efectiva y novedosa con el apoyo del móvil.
Es una acreencia más y a la vez sorprendente: Las primeras palabras de Jair Bolsonaro tras ganar la presidencia, no ha sido lanzar una arenga triunfadora desde un recinto público o en la sede de su partido, sino que habló a los brasileños y al mundo en su domicilio familiar a través de Facebook.