La osadía y la poca talla política del presidente del Partido Popular, Pablo Casado, ha quedado demostrada, una vez más, cuando azuzado por su protector y patrocinador, el geoestratega José María Aznar, pidió la cabeza de la actual ministra de Justicia, Dolores Delgado, al conocerse las grabaciones realizadas por el comisario Villarejo en una comida cuando ella desempeñaba el cargo de fiscal.
En estos momentos se saben, gracias a otras grabaciones del mismo Villarejo, las maniobras del matrimonio Ignacio López del Hierro-María Dolores de Cospedal para incidir, tapar y perturbar las investigaciones de la trama Gürtel. Pero en esta ocasión las suculentas grabaciones no fueron hechas en un restaurante durante una comida con mesa y mantel, se hicieron siendo María Dolores de Cospedal secretaria general del Partido Popular, en la sede nacional de la calle Génova y, posiblemente, con nocturnidad y alevosía en una reunión auspiciada por el clan familiar Del Hierro-Cospedal que facilitaron a Villarejo hasta un coche con los cristales tintados para evitar que fuera visto.
Pablo Casado y su segundo, el increíble secretario general del Partido Popular, Teodoro García Egea, preguntados por los periodistas sobre las grabaciones se limitaron a poner la cara de cínicos profesionales y a dar la callada por respuesta. La regeneración de la derecha liberal y populista española continúa con la hoja de ruta tutelada por el peligroso José María Aznar y sus subalternos compañeros de viaje; no en vano los propios Casado y Aznar aseguraron recientemente que en los tiempos de esplendor del aznarísmo llegaron a dar unas cómplices veinte vueltas al mundo.
Vueltas por las que el nuevo presidente del Partido Popular, Pablo Casado, estará eternamente agradecido. Van por buen camino.