A la vista de la actualidad política, la respuesta es clara: en manos de un Gobierno de insensatos, presidido por el insensato mayor del reino. Sánchez me pareció un alocado desde el primer momento y a fe que se viene esforzando en darme la razón. Pronostiqué que está creando un cementerio político y parece que no estoy errado, aunque dudo que tenga capacidad para tantas víctimas.
Dos ministros y una Directora General parecían demasiadas bajas para cien días de mandato, pero mucho me temo que la cifra se va a incrementar con dos ministros más.
Lo de la ministra Delgado no hay Dios que lo aguante –permítaseme la licencia literaria-. Su participación activa en las conversaciones con Villarejo evidencian bien a las claras cuál es su pelaje ético y profesional.
Me da igual que sean conversaciones grabadas subrepticiamente y me da igual también que quizá ninguno de nosotros pudiéramos salir airosos de una grabación de unas horas de nuestra cotidianeidad.
Me es indiferente, asimismo, que llame maricón a Marlaska –con el permiso de Garzón- incluso antes de que este saliera del armario, lo que quizá da un tono peyorativo al término. Pero lo que no ofrece duda es que Marlaska es gay, homosexual, maricón o como queramos llamarlo. Eso no es faltar a la verdad.
Lo que no me da igual es el bochorno, la incredulidad, el asco que produce oír una y otra vez el resto de la conversación en la que participa activamente la entonces fiscal. Es indiferente que se trate de un chantaje y que los partidos de la oposición lo utilicen para derribar al Gobierno. Cumplen su papel. Es lo mismo que hizo la entonces oposición con el caso Gürtel.
La primera pregunta es: ¿es cierto o no que jueces, fiscales y catedráticos alternaron con menores de edad aprovechando unas jornadas celebradas en la ciudad colombiana de Cartagena de Indias, tal como afirma la ministra Delgado?
¿Hay jueces, fiscales y catedráticos que practican la pederastia, tal como parece deducirse de las manifestaciones de la susodicha ministra? Si es así, han cometido un delito gravísimo y deben ser juzgados por ello. Han mancillado el nombre del país y la sociedad española tiene el derecho de conocer sus nombres y someterlos al oprobio y la censura pública.
Dada su condición, la ministra Delgado ¿no debería haberlos denunciado cumpliendo así el deber que pesa sobre todos los ciudadanos de poner en conocimiento de la fiscalía la comisión de cualquier delito?
La segunda pregunta es: ¿obtener información «vaginal» a través de prostitutas para chantajear es un delito?
Es obvio que sí. Pues la ministra en lugar de levantarse de la mesa y denunciar, participa activamente en la conversación rematando con la frase «éxito garantizado».
Un personaje así ¿puede ser ministro? Más aun, ¿puede ser fiscal?
El caso de Pedro Duque es de cese inmediato si a Sánchez le queda algo de vergüenza: «No tendré a nadie en mi Gobierno que tenga una sociedad interpuesta». Ergo… ¿Puede un ministro socialista crear una sociedad interpuesta para eludir presuntamente el pago de los impuestos que el propio Gobierno pretende incrementar para el resto de los ciudadanos? La comparecencia de Duque se parecía a aquella parodia de José Mota en la que simulaba una conversación entre Aznar y el astronauta. Sirvió para demostrar que este señor sigue en la luna y que designar a un astronauta como ministro es como pretender que alguien bucee en una pecera.
¿Es esto un Gobierno o un circo? Las chirigotas de Cádiz deberían pagarle derechos de autor. ¿Podrán aguantar España y los españoles tantas insensateces, tanta ineficacia, tanta irresponsabilidad?
Con este Gobierno la democracia es una broma pesada.