Una joven filóloga e investigadora, Patricia Marín, buscaba información para su tesis doctoral sobre Miguel de Cervantes y sus relaciones con intelectuales y políticos de la época. Casualmente -siguiendo los pasos del cardenal Ascanio Colonna, quien junto a su familia fuera mecenas de Cervantes-, en la biblioteca de la abadía de Santa Escolástica en Subiaco, en la región italiana de el Lacio, encontró unas 500 cartas escritas en español, cartas de amor escritas por multitud de damas -posiblemente nobles casadas o, incluso, algunas fervientes religiosas- que transmitían una pasión irrefrenable por el cardenal Ascanio y a las que él correspondía con un epistolario, también amoroso, que se prolongó durante décadas.
Sin ir tan lejos en el tiempo y en la localización de los hechos -la pasión de Ascanio Colonna y su corte de sanas sevillanas se inició a finales del siglo XVI en Sevilla y se prolongó hasta principios del siglo XVII en Italia-, en el Oviedo de finales del siglo pasado y principios del actual -no en la Vetusta descrita en "La Regenta" por Leopoldo Alas- fue de particular conocimiento la devoción y la pasión desenfrenada que despertaba un clérigo, que con posterioridad llegó a los máximos reconocimientos eclesiásticos, entre las damas de la sociedad media-alta ovetense. Quienes saben del asunto llegan a afirmar que es muy posible que haya decenas de "carbayones", que en la actualidad tienen entre cuarenta y sesenta años, que están en este mundo por el buen hacer y la extraordinaria labor pastoral del purpurado.
Bueno es reconocer que en la alta jerarquía de la Iglesia había y hay clérigos normales, amantes de las mujeres, y alejados de la gran corriente interna de "santísimos" pederastas.