No es la primera vez que comentamos nuestros anhelos a flor de piel.
Y esa ensoñación se necesita creerla sin descanso y eso lo están haciendo miles de venezolanos que se han expatriado y están viviendo, posiblemente sin saberlo, “El Risorgimento” de su unidad como pueblo.
Son éstos tiempos difíciles, pero cuidado: no finales. Las convulsiones pasarán y alguien escribirá una especie de “Evangelio de la Santa Carabina” mientras iremos al encuentro de una nueva senda emancipadora.
No deseo escapar de la realidad actual en esta sufrida tierra caribeña, y aún así, hablemos de música, templemos el alma, arrullemos el espíritu, usemos las cacerolas y con ella obtener notas de emancipación y con ese anhelo, apasionado y apasionante, no todo estará perdido. En estos momentos de tragedia nacional en el país que nos recibió como exilados, el compositor italiano Giuseppe Verdi nos puede servir como apoyo moral.
Verdi es la revolución italiana sobre el camino de hacer una nación y el pueblo entonaba sus piezas a manera de banderas de libertad. Sólo habría que recordar que Constitución y Democracia eran conceptos prohibidos en aquella Italia desmembrada del 1800.´
Lombadía y Véneto eran provincias del Imperio austriaco; Nápoles y Sicilia se encontraban gobernadas por los Borbones; el poder del Papa alcanzaba hasta las legaciones del Adriático, y sólo Piamonte, Saboya, Génova y Cerdeña, conformaban un pequeño reino, pero allí también era problemático defender el régimen constitucional. Pocas veces un genio fue a la vez tantas cosas juntas. Hay razón cuando se dice que el siglo de Verdi fue una canturía inquieta, colosal, sobrehumana, donde la creación artística se unió al sentimiento por una patria rota que necesitaba unidad para hacer frente al futuro.
Nuestro oído es sordo sobre el pentagrama de la música, y a pesar de la ignorancia que nos envuelve, siempre nos emocionamos al escuchar las voces de una soprano, tenor o bajo, así igualmente el sonido de una flauta o las notas de un piano con la palabra libertad arropada en su conjunto.
Siempre que hemos podido ir a Berlín - de tarde en tarde - nos dirigimos al encuentro de la Puerta de Brandeburgo- Allí, sobre el suelo de la parte Occidental, alguien garabateo con alquitrán con el deseo que perduraran en el tiempo:
“La libertad es para el cuerpo social lo que la salud para cada individuo. Si el hombre pierde la salud ya no disfruta de placer alguno en el mundo; si la sociedad pierde la libertad, marchitase y llega a desconocer sus genes”.
No es, ni será la última – si nos permite el aliento - que hablaremos de la falta de libertad plena en la Venezuela actual de nuestras penetrantes querencia.
Cuando ese soplo fresco llegue, habrá que volver a escuchar con alegría desbordante las notas de Giuseppe Verdi.