Rajoy era el problema; Rivera, la solución

Ayer, viernes, y dentro del XIV Módulo de campo sobre el Derecho Consuetudinario Asturiano que organizo anualmente, tuve ocasión de impartir una charla en el centro social de la Parroquia Rural de San Martín de Valledor sobre la contribución de los bosques asturianos a la construcción de los barcos de la Marina española. Resultaba obligado hacer alusión a las dos grandes rutas que se cubrían para mantener la comunicación con nuestras colonias americanas y asiáticas: la Flota de Indias, que hacía el trayecto entre Veracruz (México) y Sevilla, y el Galeón de Manila (Filipinas), que mantenía unida esta localidad con la de Acapulco (México).

Mientras nos recreábamos recordando nuestro glorioso pasado, no podíamos dejar de pensar en la España actual, presa de las corrientes separatistas encabezadas por los catalanes, sin olvidar a los vascos -que demostraron, una vez más, que no son de fiar- ni en el debate de la moción de censura presentada por el PSOE para desalojar del Gobierno al PP, a raíz de la sentencia del caso Gürtel, que se estaba sustanciando en el Congreso de los Diputados.

La sentencia en cuestión tiene 1.687 páginas, incluido el voto particular. El Quijote oscila entre las 1.110 páginas y las 1.430, dependiendo de la edición. En cualquier caso, los hechos probados son demoledores, y lo es más aún que se ponga en solfa la credibilidad de Rajoy, que al negar la existencia de una caja B, no hacía sino ponerse a resguardo de la percepción de pagos opacos para la Hacienda pública, que, si bien no serían delictivos, sí generarían un reproche social.

La moción de censura permitió que los ciudadanos españoles confirmáramos definitivamente el nacimiento de una estrella en el firmamento político, Albert Rivera, con el mejor discurso que le se le ha escuchado en años: sensato, coherente, social, patriota, constitucional.

Sirvió, igualmente, para evidenciar que Pedro Sánchez es un insensato, cegado por la obsesión de alcanzar la Presidencia del Gobierno a toda costa, pactando con los secesionistas y convirtiendo la incoherencia en el eje de su discurso.

También pudimos constatar que Rajoy se había convertido en un problema que cada día se parecía más a ese maizón que destaca sobre la homogeneidad de la plantación, cuya altura, lejos de anunciar abundancia, sorprende porque no tiene ni panoya, y que hay que cortar porque resta crecimiento al resto de la cosecha.

No valía argumentar que la moción iba contra la estabilidad. ¿Se podía hablar de estabilidad en un Gobierno salpicado a diario por la corrupción? Se decía también que no valía todo para llegar a la Moncloa, pero ¿valía todo para quedarse? Recuerde Rajoy que aún faltan una treintena de juicios por causas de corrupción y que ese bombardeo desestabiliza a la sociedad, a los mercados y resta credibilidad interna y externa a un Gobierno que utilizó la bandera y la unidad de España para tapar sus vergüenzas.

El PP es el único partido que no se ha renovado y sigue manteniendo en sus filas a sujetos ineptos, inútiles, incapaces, pelotilleros, que han visto en la política un medio de enriquecerse sin esfuerzo alguno.

¿Era tan difícil entender que el mejor servicio que se podía prestar a España era dimitir y convocar elecciones? Atrincherarse en la Moncloa utilizando el presupuesto público como moneda de cambio no le sirvió para nada.

Es necesario dejar paso a Ciudadanos, partido joven, renovado, con un programa ilusionante, del que constituyen eje central el mantenimiento de la unidad de España y acabar con los partidos nacionalistas, que son el verdadero cáncer de la democracia.

La estupidez humana es lo único que nos da idea del infinito.



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