Nota de un jubilado
venezolano al INSS de España
Por interpuesto: Rafael del Naranco
Los últimos años borrascosos del país de los caribes y cumanagotos, Venezuela, son consecuencia ineludible de un gobierno cuyo Estado no ha sabido manejar sus obligaciones constitucionales con sapiencia y ponderación.
El Presidente Nicolás Maduro dejó hace tiempo de gobernar para todos. Cortó la nación en dos tajos irreconciliable: los míos y los de nadie. Jorge Luis Borges, llegado a Suiza por vez primera, preguntó el nombre del presidente del país: nadie lo sabía. “Entre nosotros los latinoamericanos - comentaba - un jefe de Estado es un personaje apabullante y público, y allí no.”
Es cierto: los venezolanos no son helvéticos y ni siquiera se acercan de lejos, pero bien pudieran de alguna manera intentarlo. Claro, no tienen un Paracelso, tampoco un Jung para introducirse en el subconsciente de sus habitantes y encontrar la razón de la paranoia que los envuelve. Allí todos los actos lógicos son irracionales.
Venezuela es actualmente un almacén vacío. Falta todo y más, pero solamente damos una cortísima lista para no hacer lago y doliente el camino: medicinas, pañales, papas, azúcar, café, granos, jabón, detergente, harina de maíz, margarina, mayonesa, quesos, refrescos, fruta, verduras, yogures, refrescos y leches en polvo, pasteurizada, descremada y de soya, mientras al pollo - ave sustento de la mayoría de las familias - carne, pescado, ropa, repuestos de todo tipo y clase, se les miran encajonados en las nubes. Ah, y los periódicos sin papel para imprimir. ¿El valor del bolívar? Mejor preguntarse si esa moneda existe. Hace 5 años un dólar podía comprarse por 9 bolívares. Hoy hay que pagar la friolera de un millón 600 bolívares y sigue subiendo de manera imparable.
(En mi caso particular, tras 35 años trabajando de periodista y habiendo cotizado religiosamente al Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS), tras venir a España a vivir – eso parece un delito en la actual Venezuela - no recibo mi pensión de vejez. ¿Y de que vivo? De colaboraciones en medios de comunicación que siempre son escasamente pagadas. El diciembre, en una entrevista que se le hizo en TVE al Jefe del Estado criollo, juró que en enero comenzaría a pagar. Bueno, la verdad es que no ha dicho de que año.)
A esto se le añade lo que hace España: durante un año y medio en el 2015 ( el año que volví a mi país) al no recibir la pensión de Caracas y haber trabajado en varios medios aquí hasta 1975, el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) comenzó a pagarme 390 euros. Cuando llegó el estipendio de Venezuela año y medio después me descotaron lo que había recibido y hoy percibo mensualmente 21,40 euros.
Varios meses después volvía a escribir al INSS para decirles que Caracas había parado el envío de mi pensión, y la respuesta ha sido de Cantinflas: “No podemos hacer nada ya que el Seguro Social de Venezuela “no ha dicho aún que no pagará”. Y ante esa esplendorosa respuesta, y llevando hasta ahora 2 años y 6 meses sin pensión, no puede hacer nada aún existiendo un convenio entre las dos naciones. De Ripley: ¡Aunque usted no lo crea!
Fue Alejandro Solyenitsin en uno de sus “Cuentos en miniatura”, quien lanzó este vaho de esperanza: “Mientras se pueda respirar después de la lluvia bajo un manzano, se puede vivir”.
Claro, eso es un relato imaginario, no la realidad de la vida misma saliendo a nuestro encuentro.