Los nuevos presupuestos no deberían aprobarse sin un replanteamiento muy atinado de las cantidades destinadas a ciencia, educación, sanidad, atención social y medio ambiente. El gobierno se ha precipitado, sin permiso del Parlamento, a anunciar incrementos portentosos en defensa (¡80%!) al tiempo que la ayuda a la cooperación (solidaridad), la “competitividad” y el cumplimiento de los ODS y Acuerdos de París sobre Cambio Climático siguen por los suelos.
Son los “mercados” los que siguen marcando las pautas de la economía occidental y, así, siguiendo los designios del insólito Trump se aumentan todavía los ya inmensos caudales destinados a la seguridad militar territorial (4000 millones de dólares al día, al tiempo que mueren de hambre miles de personas, las mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad) en detrimento de los fondos que deberían dignificar la vida de quienes los habitan.
Las prioridades sociales han quedado relegadas y la “competitividad” se intenta lograr con sueldos bajísimos y contratos temporales en lugar de aportar nuevos conocimientos y patentes.
Cada vez menos ayuda a la ciencia y a los OPI (Órganos Públicos de Investigación) y cada vez mayor intervención fiscal, burocrática y administrativa. Con la progresiva robotización, importada pronto la “competitividad” será exclusivamente digital y dependiente de los países que siguen atendiendo sin falta a las atractivas sirenas mercantiles.
“Bruselas sitúa a España entre los países con peores niveles de innovación”, en virtud de la disminución de los presupuestos en I+D. El apoyo privado no es prioridad en el sistema mercantil-monetario actual. El resultado ha sido una reducción muy importante de puestos de trabajo y la emigración de más de 30,000 investigadores.
La comunidad científica, académica, artística y literaria, intelectual en suma, debería liderar una gran movilización, presencial y en el ciberespacio, para asegurar el desarrollo científico español, tan directamente vinculado al bienestar social. España había logrado, junto a su liderazgo en trasplantes, una excelente “clasificación” internacional en biomedicina, que tanto influye en la salud, el bien social primordial. Ahora no podemos guardar silencio.
Ha llegado el momento de “los pueblos”, de la voz del pueblo –prematuramente asignada en la Carta de las Naciones Unidas, en 1945- que ahora ya puede expresarse libremente.
Las universidades en la vanguardia de la responsabilidad social. Y todos los científicos promoviendo que no sólo se aumenten las dotaciones presupuestarias sino que se simplifiquen –sin perder rigor administrativo- las tramitaciones y uso de las mismas.
El devenir de la humanidad está en grave riesgo, porque si no se aplican a tiempo las medidas relativas al cambio climático y un desarrollo sostenible, las futuras generaciones tendrían que hacer frente a condiciones muy adversas de habitabilidad de la Tierra. El espectáculo de los líderes europeos consintiendo los altibajos de aranceles y de recortes puramente mercantiles cuando está en juego la calidad de vida de las futuras generaciones, es detestable. “Vergüenza de haber perdido la vergüenza”, dijo el Papa Francisco al final del Viacrucis del Viernes Santo (30 de marzo de 2018).
En consecuencia, impidamos que se aprueben unos presupuestos que siguen unos esquemas que conducen al deterioro medioambiental. Procuremos –con asesores parlamentarios, por ejemplo, como propone el Prof. Luis Serrano- que los representantes del pueblo sepan exactamente cómo abordar con rigor temas que requieren un conocimiento profundo de la realidad.
El Prof. Emilio Muñoz –miembro del Club de Roma y ex Presidente del CSIC- viene abogando por la reconsideración del papel central que la I+D+i desempeña en un momento histórico en el que, como establece la Carta de la Tierra, “la humanidad debe elegir su destino”.
Son de aplaudir también los esfuerzos desplegados por la COSCE (Confederación de Sociedades Científicas de España) cuyo papel en el futuro tratamiento de este tema tan crucial debería ser muy relevante. La COSCE agrupa 40,000 científicos pertenecientes a 79 sociedades.
Los profesores Mariano Barbacid y Vicente Larraga, ambos de gran prestigio, preconizan un gran pacto de Estado entre todos los partidos políticos con representación parlamentaria para la I+D+i. El PSOE ha concretado recientemente la propuesta de alcanzar rápidamente el 2% del PIB (actualmente menos del 1.2%) con un plan de reincorporación y regreso de científicos hoy en el extranjero.
También los directores de importantes centros de investigación pública, el CSIC incluido, presentaron en diciembre de 2017 sus reivindicaciones, sobre todo para evitar la intervención previa. La inversión pública ha caído desde el 2009 a la mitad en educación y un 37% en sanidad. “La investigación en España se encuentra a un paso del colapso”: así se inicia un importante artículo de Nuño Domínguez y Manuel Ansede, en la primera página de “El País”, ampliada después en el interior, el 17 de diciembre de 2017. También Matilde Mas se lamentaba del “castigo” a la I+D. Y Miguel Delibes Castro, en un excelente escrito, con propuestas muy acertadas… Está claro que ha existido, especialmente en los últimos meses, un notable despliegue de los medios de comunicación llamando la atención sobre la situación progresivamente preocupante de la investigación científica en España: “El gobierno sólo gastó tres de cada 10 euros presupuestados para I+D” se lee en una página entera del mismo periódico.
La respuesta del gobierno: silencio.
El presupuesto nacional –que el año pasado se aprobó gracias a sabrosas prebendas ofrecidas por el gobierno a comunidades autónomas proclives busca este año iguales subterfugios en lugar de atender tan apropiadas y apremiantes solicitudes. Lo dicho: las comunidades científica, académica, artísticas, intelectual… deben ponerse al frente de un gran clamor popular que obligue a un rápido cambio de las previsiones en I+D+i. De otro modo, el daño –no sólo económico- sería irreparable.
¿Cómo pueden explicarse tan feroces recortes presupuestarios en los pilares del contrato social y, en cambio, formidables incrementos en armas y gastos militares? Por la razón de siempre: “Si vis pacem, para bellum”, si quieres la paz, prepara la guerra… Pero ahora, por primera vez en la historia, si no preparamos la paz pueden alcanzarse puntos de no retorno. Las amenazas son globales y potencialmente irreversibles. Sería una traición histórica a nuestras responsabilidades intergeneracionales. Sin violencia, pero con firmeza, ¡no! No al incremento de los gastos en armas. No al detrimento de los gastos en conocimiento. Los centros universitarios y científicos no seguirán callados.
Delito de silencio.