Desayunar un sapo

A los políticos, en sus diferentes clases, les enseñan en los cursos de verano que organizan sus respectivos partidos, aquello de que deben acostumbrarse a desayunar cada mañana degustando un sapo. Los formadores se refieren a que estén dispuestos a tragar los comentarios ácidos de los medios escritos y audiovisuales que como colación mañanera puedan ofrecerles, en respuesta a sus desaciertos .

En los últimos tiempos ese batracio ha ido engordando, pasando de simple y hasta digerible renacuajo a la categoría de macrosapo, en proporción directa a los  fracasos de los gestores.

La clase política no acaba de entenderlo. Los que vendieron el “estado de bienestar”, sanidad, educación, pleno empleo, pensiones, solidaridad territorial, obras faraónicas, polideportivos en las aldeas, y todo el blabla del gasto sin control y sin orden de preferencia, no acepta de buen grado las críticas de la opinión y sobre todo del electorado, cuando piden cuentas y sobre todo soluciones.

Se ha dicho que en el sueldo de los políticos va incluida la gastronomía de los anfibios, pero nunca hasta ahora se había incluido a los currantes en el particular banquete.

Si el ciudadano escucha, en el informativo mañanero, que el Gobierno ha dejado de pagar a la Seguridad Social la cuota de 4.600 millones de euros que le corresponden por los planes de desempleo : que se aplazan indefinidamente los pagos a proveedores ; que pueden escasear los medicamentos ; que cortan la luz a oficinas públicas; que miles de interinos se quedan sin empleo; que no disminuye el paro; que la deuda nacional es de 2.85 billones de euros(tres veces el PIB del país); que un edil de Alcorcon ha dado tres veces la vuelta al mundo a costa de las arcas municipales; que en una cuchipanda cercana se gastan ,con fondos públicos, 300 euros en percebes ; que los comedores de Caritas no dan abasto; y más y más, no hay garganta para tragar tanto sapo de la charca.

Se estima que nuestro engorde de bienestar se sitúa en el30% por encima de los elementos económicos que lo sustentan, léase precios,salarios y gasto público y en esa cifra de descenso, debemos ir acostumbrandonos a pensar que habrá de acomodarse el país.

Todavía quedan áreas que se resisten, sobre todas las subvencionadas, incluyendo organizaciones empresariales ,sindicales y políticas, pero la época de la barra libre no puede mantenerse ,ni volverá. Las vacas están flacas y con hierba escasa. Vender “Estado de bienestar” empieza a entrar en el terreno de la utopía. Más realista es luchar juntos por el “Estado de supervivencia”,el más saludable posible, que empiece por rescatar a los millones de parados. La realidad es tozuda y acabará por imponerse y esta vieja nación tendrá que volver a donde solía, a la política del esfuerzo y no gastar un chavo en oropeles.



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