Putrefacción empresarial

La última entrega de "Salvados", el programa de televisión que dirige y presenta Jordi   Évole, nos descubrió la putrefacta realidad de algunas empresas cárnicas de nuestro país. Putrefacta en cuanto a lo referido a las condiciones de trabajo en grandes mataderos y empresas de elaboración de productos, y putrefacta en cuanto a lo referido a las condiciones sanitarias de las granjas que proveen a las empresas transformadoras y que en muchos casos están tuteladas y supervisadas (¿...?) por las mismas empresas finalistas.


Un día sí y otro también -siempre que tienen ocasión- oímos al presidente de la gran patronal española CEOE, Juan Rosell, o al presidente del Círculo de Empresarios, Javier   Vega de Seoane, hablar de salarios y productividad e insistir en la necesidad de que nuestras empresas sean competitivas.


Es de suponer que las empresas señaladas en el programa de Jordi Évole -bien directamente o a través del grupo industrial al que pertenecen- estén integradas en alguna de las agrupaciones que presiden Rosell o Vega de Seoane. Es de suponer, pues, -si la putrefacción ética y moral no les afecta personalmente a ellos- que en su próxima intervención, ante los medios de comunicación o en alguna de sus conferencias magistrales, Rosell y Vega de Seoane asuman el proceder tercermundista y la responsabilidad de las actividades ilegales practicadas por sus representados. De lo contrario cabría pensar que, para ellos, competitividad es sinónimo de esclavitud y para ser competitivo todo vale, incluida la salud de trabajadores y consumidores


La culpa putrefacta de los diferentes estamentos de control estatal y la culpa putrefacta de nuestros políticos y organizaciones sindicales quedan emplazadas para otra ocasión.



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