La deslealtad institucional no sale gratis

Aunque una vez que son nombrados y toman posesión todos son jueces, los hay buenos, malos, de carrera, del cuarto turno, con afán de protagonismo, autoritarios, competentes, incompetentes, brillantes, grises, de derechas, de izquierdas…, como en cualquier otra profesión. El Magistrado Llarena merece ser subsumido por méritos propios en la categoría de competente y brillante. Dan fe de ello sus dos recientes autos.

El primero es de una factura técnica excelente. Resuelve la situación personal de Oriol Junqueras y su tropa y contiene un análisis exhaustivo de todas y cada una de las causas que motivan la medida cautelar de prisión. Descartado el riesgo de fuga, centra el análisis en el de reiteración delictiva, y parte de la premisa de que todos los encausados han acatado el artículo 155 de la Constitución y manifestado su voluntad de que su empeño político solo puede alcanzarse a través de una negociación con el Estado con mecanismos pacíficos. Fija su atención en Oriol, Vicepresidente; Forn, Consejero de Interior, y responsable de los Mossos, y en los Jordis, vinculándolos a una explosión violenta de la que los considera responsables apreciando riesgo de reiteración, por lo que, para garantizar el derecho de la comunidad de poder desarrollar su actividad cotidiana en un marco de convivencia social y familiar, así como el libre desarrollo económico y laboral y la integridad física, decide mantenerlos en prisión. Por encima del derecho de participación política está el riesgo de reiteración delictiva: decisión impecablemente motivada y preñada de sensatez. No conviene olvidar que aunque se pueda tratar de una afirmación mendaz, todos los encausados, con su respeto a la Constitución, han imitado a Forcadell, pasando de consellers a caganers. ¡Qué poca convicción! Qué lejos parecen aquellos tiempos en los que la bravuconería, la fanfarronería, la arrogancia, la provocación, el desafío se enseñoreaban del Parlamento.

Los críticos, que los hay -y no hace falta decir quiénes- reprochan que en ningún caso hubo violencia. Olvidan que la violencia no es solo la utilización de fuerza física, que también, sino que hay violencia cuando se usa el poder para causar daño o limitación a las opciones de las personas, cuando hay una estrategia y una serie de acciones que tienen como consecuencia que alguien salga perjudicado.

El segundo auto merece el calificativo de magistral, áureo. Se trata de dejar sin efecto la orden europea de detención contra Puigdemont y sus secuaces para evitar que, en aplicación del «principio de especialidad» en la concesión de las extradiciones, el juez belga limite el número de delitos por los que pueden ser juzgados, colocando a quienes no se han fugado en peor condición que los fugados. Se trata, en definitiva, de garantizar la igualdad en la aplicación de la ley. Impecable.

Puigdemont inspira lástima, está enfermo, padece lo que algún autor ha calificado como «broncemia» o acumulación de bronce en la sangre, enfermedad mental grave en base a la cual quien la padece se cree un dios, pero en realidad es un tipejo cargado de soberbia y arrogancia que ha perdido la noción de la realidad.

La verdad es que las elecciones catalanas dan pena: candidatos huidos, encarcelados sobre los que pesan amenazas de condenas serias, que siguen prometiendo una independencia imposible que ya ha sumido a la comunidad en una recesión económica que será muy difícil remontar. Lo curioso es que habrá gente que los vote. Increíble.

Lo dice el refrán: «Errar es humano; corregir, de sabios; reincidir, de ignorantes».

 



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